Los mejores restaurantes de Uzbekistán Uzbekistán

El interior es de estilo uzbeko, con pequeñas salas privadas y otra enorme para ocasiones especiales, pero donde caben fácilmente grupos de todos los tamaños. Si va solo o en pareja, seguro que preferirá la terraza, bellamente acondicionada y protegida de la calle por unas cuantas plantas verdes y cortinas. En cualquier caso, encontrará excelentes especialidades centroasiáticas: sopas, ensaladas, shashliks, plov, etc. Los productos son frescos, están bien preparados y la oferta es variada: un lugar excelente para comer en la zona.

No es barato, pero merece la pena. La comida es de calidad, pero lo que le dejará mayor recuerdo es, sin duda, la vista de la ciudad vieja de Jiva. En realidad, el restaurante está instalado en una azotea al aire libre, y la vista se pierde entre el minarete Islam Khodja, la cúpula del cercano mausoleo o el Kalta Minor. El chef se esfuerza por hacer más delicadas y picantes las recetas tradicionales, y también hace hincapié en la presentación de los platos. En resumen, se trata de un restaurante impecable.

Es más una casa de té que un restaurante, pero si prepara su sabroso plov a la hora de comer, más vale venir a disfrutarlo. El interior del restaurante es espléndido: la arquitectura tradicional de madera ha sido totalmente decorada por artesanos locales, cuyos numerosos productos están expuestos y a la venta. Durante todo el día sirve bollería, té especiado y café turco. Para comer, tiene ensaladas tradicionales y plov (mejor pedirlo por la mañana para asegurarse una mesa). Una opción estupenda.

Este restaurante le encantará, sobre todo si no ha tenido tiempo de visitar Jiva durante su viaje. Este establecimiento pone de relieve la gastronomía de Khorezm repasando todos los grandes clásicos del país y sus variantes regionales: ensaladas, plov y, por supuesto, el plato más popular de Khorezm el trum berek (un huevo cocido en una pasta con especias, cuya yema permanece líquida). El restaurante está bellamente decorado con madera y estuco tradicionales, y tiene una bonita terraza.

El restaurante hace honor a su nombre: la comida o la cena se sirven bajo un soberbio iwán sostenido por columnas de madera, con hornacinas, tallas de estuco y techo de madera. Ha sido bellamente restaurado, y su amplitud proporciona un agradable frescor en los calurosos días de verano. Por lo demás, se puede disfrutar de una excelente cocina casera, con el plov como plato estrella, por supuesto, pero hay muchas otras joyas que descubrir. Guarde un hueco para los postres, que están bastante bien hechos y no los entierran en nata, como ocurre con demasiada frecuencia.

Los numerosos autocares de turistas alineados frente a este gran restaurante asustan y tranquilizan a la vez. Da un poco de miedo por el ajetreo, pero pronto nos damos cuenta de que si muchos grupos vienen aquí a comer es porque realmente merece la pena. Se puede disfrutar de una amplia gama de recetas uzbekas, rusas y europeas bien preparadas y generosamente servidas. El propietario, Azamat, es inflexible en cuanto a la calidad y frescura de sus productos, y el resultado es tan bonito a la vista como bueno para comer. Además, ofrece música en directo algunas noches, y tiene sala para no fumadores.

Instalado en una antigua casa del barrio judío, es un deleite sentarse en el patio, bajo el iwán sostenido por sus venerables columnas de madera, o dejar vagar la mirada por las decoraciones de estuco de las paredes y hornacinas de este restaurante. Y es un placer la interrupción de los camareros, con las mano cargadas de platos, cada cual más apetitoso: las especialidades de Bujará se sirven aquí a la perfección. Reserve con antelación, ya que el patio se llena rápidamente.

La entrada al restaurante es acogedora, con accesorios luminosos y mármol, y el comedor es igual, un poco concurrido, pero confortable. Acomódese en los profundos sofás o en las sillas de su elección y déjese inspirar por la carta de especialidades locales. Sirve muy buenos mantys con diferentes rellenos, kebabs picantes o ensaladas al estilo ruso con abundante relleno. Las especialidades guardan una buena relación calidad-precio, aunque algunos de los platos más elaborados pueden encarecer rápidamente la cuenta.

En 2019, Ikromov abrió este encantador restaurante encima de su negocio de cuchillería. Con sus grandes ventanales y su posición ligeramente elevada, ofrece preciosas vistas sobre las viejas piedras de Bujará. La ambientación es impecable, con mesas bien dispuestas y decoración tradicional, y un espacio que puede acoger a grupos, pero que se adapta mejor a los particulares. La comida es impecable: especialidades bukhari y uzbekas muy bien preparadas y servidas en raciones generosas. La cocina es rápida, sabrosa y barata. Un lugar excelente.

A doscientos metros al este del Lab-i Hauz, esta chaikhana de tres plantas sirve una cocina casera, sencilla y variada, que incluye las principales especialidades uzbekas como el plov, el shashlik, el manty y las ensaladas de verduras crudas, además de la especialidad de Bujará: elaboran el djiz (hecho por encargo) especialmente bien. En cuanto al ambiente, turistas y lugareños se mezclan en una atmósfera agradable. Es un poco ruidoso, pero si encuentra sitio en la terraza de la última planta, con hermosas vistas sobre la ciudad, es perfecto.

Este restaurante es toda una institución en Samarcanda: una gigantesca chaikhana con un menú tradicional que se extiende por varias plantas, con takhtans abarrotados y balcones llenos del humo de los shashliks. Aquí es un todo o nada, ya que se puede encontrar un ambiente muy soso y turístico, o auténtico, festivo y cálido. Todo depende de si ha reservado para un autobús lleno de turistas o para una boda uzbeka. En cualquier caso, siempre hay que comprobar la cuenta, ¡porque es caótico!