MUSEO DE TESOROS Y OBJETOS DE ARTE
La primera sala expone los objetos puestos al día durante las excavaciones arqueológicas emprendidas en los alrededores: brazaletes de oro, anillos y pendientes, sellos antiguos de metales preciosos, del siglo VIII al XII, de procedencia escandinava, bizantina y rusa. La última pieza hallada cerca del Kremlin pesaba 3 kg, ahora se expuso en Moscú, en el museo histórico. La segunda sala reúne camadas preciosas de origen bizantino, de los siglos XII y XIII, serenas de piedras preciosas no talladas (alias) por artesanos rusos. También se pueden ver cruz y pequeños iconos esculpidos en marfil, en el hueso de focas y mamut, así como medallones de piedras preciosas colocados por los sacerdotes en los siglos XV y XVI. La gran sala siguiente se dedica a los iconos cuyos revestimientos de metales preciosos, aplicados a partir del siglo XIV, son a la vez una señal de veneración y una forma de protegerlos. Todos los iconos reunidos en esta sala fueron ofrecidos a la ciudad por grandes familias de boyas. La más impresionante de ellas, del siglo XVI, está situada justo enfrente del porche de entrada del museo. Su revestimiento, totalmente de oro, está grabado según la técnica del nielage y serti de perlas de agua dulce con formas irregulares. Más reciente, la caja que protege el icono se llevó a cabo en el siglo XIX. Se dice que fue ofrecida al monasterio por un noble ruso a quien habría salvado la vida durante la guerra. En el centro de la sala, frente a este icono, se reúnen numerosos objetos religiosos: cálices, recortes, elogios… Un icono y su revestimiento se separan y se exponen por separado. En las dos salas, las vitrinas albergan a Evangiles, a las mantas de madera recubiertas de metal cincelado, auténticas obras de arte adornadas con esmeraldas, zafiros y perlas de agua dulce. A finales del siglo XVII, por orden de Pedro el Grande, las joyas rusas se trasladaron a Ámsterdam para aprender la técnica del tamaño de las piedras preciosas. Verás la diferencia, de una pieza a otra, entre las piedras brutas y las piedras talladas. A la izquierda de la entrada, en la gran sala de los iconos, una pequeña vitrina alberga pendientes y otras joyas que pertenecieron a las religiosas de origen aristocrático, e incluso zarista, que habían sido condenadas a la reclusión monacal por diferentes razones. Dado su rango y el triste destino que les había golpeado, a menudo atraía la simpatía y les permitía seguir apostándose por joyas. La última sala está dedicada al bordados y al tejado. Las jóvenes mujeres de origen aristocrático hacían obras para la Iglesia.