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La isla milagrosa

En comparación con otras islas del archipiélago balear, pero también en general con el litoral español, Menorca tiene todas las trazas de ser un milagro. Parece ser la única que ha escapado a la red del desarrollo concreto. Ibiza y Mallorca, por su parte, han pagado el precio de la urbanización expansiva para satisfacer las necesidades de un turismo cada vez mayor, aun a costa de sacrificar su rica biodiversidad. El fenómeno es tal que ha dado lugar a una nueva jerga urbanística: la balearización, que se refiere a la artificialización intensiva de un litoral, como en las Islas Baleares..

Menorca, en cambio, ha sabido preservar sus paisajes salvajes, hasta el punto de ser declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en octubre de 1993. La idea que subyace tras esta clasificación es distinguir ciertos lugares que concilian los intereses del hombre y la naturaleza.

Las razones de este éxito son varias: la estacionalidad del turismo, que es menor durante seis meses al año y permite así que la isla se regenere; la gran tradición rural de Menorca; y también el hecho de que la isla sea la más septentrional y oriental de las Baleares, lo que la hace geográficamente más aislada y, por lo tanto, un poco más al abrigo de la afluencia turística que sus islas hermanas.

Para mantener este frágil equilibrio, el Consell Insular de Menorca es el organismo encargado de proteger la reserva de la biosfera. Cada cinco años publica un plan de acción para aplicar los principios del desarrollo sostenible en la isla, que incluye medidas de gestión de residuos, conservación del ecosistema y urbanismo controlado.

A este equilibrio entre desarrollo turístico y conservación del medio ambiente han contribuido también diversas iniciativas ciudadanas, entre las que destaca la implicación de asociaciones como el Grup Balear d'Ornitologia i Defensa de la Naturalesa. Desde los años setenta, esta ONG lleva a cabo proyectos para que el turismo no se haga a costa del medio ambiente, bajo el lema "Si amas Menorca, no la destruyas ". Esta fuerte campaña popular ayudó a doblegar a las autoridades, que en los años setenta habían elaborado un plan de desarrollo para urbanizar intensivamente todo el litoral de la isla.

Como resultado de estos esfuerzos, en 2019 la isla consiguió que la Unesco aprobara la ampliación de su reserva de la biosfera, que ahora abarca todo el territorio marino de la isla.

La victoria del ecoturismo

El éxito de Menorca a la hora de conciliar turismo y ecología se debe también a que en los años setenta, mientras Ibiza y Mallorca centraban todos sus esfuerzos en el turismo de masas, la isla dio un paso pionero hacia el ecoturismo. Mientras sus primas hormigonaban sus costas, Menorca intentaba ampliar el tamaño de sus zonas protegidas. En 1999, por ejemplo, la isla creó la Reserva Marina del Norte de Menorca para proteger la fauna marina.

Menorca también se esfuerza por desarrollar infraestructuras relacionadas con el ecoturismo, como rutas de senderismo. El Camí de Cavalls es un ejemplo perfecto de ello. Este sendero histórico, que recorre 186 km alrededor de la isla, estuvo durante mucho tiempo dividido en varias propiedades privadas. En la década de 2000, el Parlamento de las Islas Baleares emprendió un gran proyecto para abrir todo el sendero al público, restaurarlo y señalizarlo. El proyecto requirió casi dos millones de euros de financiación pública, pero esta inversión significa que hoy se puede recorrer la isla sin utilizar nunca un vehículo a motor, sino a pie, en bicicleta de montaña o a caballo.

La isla también ha limitado voluntariamente el desarrollo de su red de carreteras. Gracias a ello, muchos de los frágiles parajes naturales de la isla, sobre todo las playas, sólo son accesibles a pie, por lo que están protegidos de la presión excesiva del turismo.

En cuanto al alojamiento, por toda la isla surgen albergues ecológicos y otros alojamientos sostenibles. Para dar un paso más, en 2016 el Gobierno balear introdujo un impuesto de turismo sostenible para todos los alojamientos turísticos de la isla. En la práctica, cada pernoctación en la isla da lugar a un impuesto que oscila entre 0,25 y 4 euros, cuyos fondos se destinan íntegramente al desarrollo del turismo sostenible.

En primera línea del cambio climático

Como la mayoría de las islas, Baleares está especialmente expuesta a los riesgos del cambio climático. Además de polarizar el clima seco del archipiélago y exponerlo a fenómenos meteorológicos extremos, como el aumento del número de rissaga, tsunamis de pequeña escala, el fenómeno también lo expone al importante riesgo de la subida del nivel del mar. Se calcula que el nivel del mar alrededor de las Baleares podría subir entre 50 y 70 cm a finales de siglo. Como consecuencia, la cadena de islas podría perder hasta el 65% de sus playas.

Para frenar este fenómeno, Baleares ya ha tomado algunas medidas clave. En 2019, el Parlamento votó a favor de un ambicioso proyecto: producir cero emisionesde CO2 en 2050. Para lograrlo, Baleares ya ha elaborado un plan de acción concreto: utilizar un 100% de energía limpia, producir localmente el 85% de la energía, eliminar los coches diésel, cambiar todos los vehículos de alquiler de las islas por vehículos totalmente eléctricos, etc

Espacios preservados

Menorca cuenta con numerosas zonas protegidas que hacen las delicias de visitantes y fauna. El más preciado es el parque natural de la Albufera d'Es Grau, que con 5.000 hectáreas es el mayor parque natural de la isla. Esta zona pantanosa es de especial interés para la conservación ornitológica, ya que alberga numerosas especies de aves acuáticas y rapaces.

En el sureste de la isla, un pequeño islote aislado a unos cientos de metros de la costa es un regalo del cielo, no para los observadores de aves, sino para los aficionados al submarinismo. La reserva marina de la Illa de l'Aire cuenta con numerosas cuevas submarinas, hábitat privilegiado de una abundante fauna acuática. En tierra, la reserva consiste en un islote llano de 34 hectáreas, casi totalmente desprovisto de vegetación. Es el hogar de un sorprendente habitante: la lagartija negra(Podarcis lilfordi), un reptil endémico de las Baleares que sólo se encuentra en estos islotes rocosos.