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Tesoros del pasado

La prehistoria de la isla puede dividirse en tres periodos principales. El primero es el llamado periodo "dolménico" (2100-1600 a.C.), del que se conservan estructuras funerarias, la mayoría hipogeos, es decir, cuevas excavadas en los acantilados de la isla, como los altos acantilados de Cales Coves, que contienen casi 90 cámaras funerarias. Del 1600 al 1050 a.C, Menorca conoció un periodo denominado "naviforme", durante el cual se desarrollaron dos tipos de estructuras: las "navettes d'habitat", edificios muy grandes (de 16 a 25 m de largo, de 5 a 7 m de ancho y hasta 3 m de alto) con forma alargada y ábside redondeado o apuntado; y las navetes, tumbas colectivas diseñadas según planos circulares, rectangulares, absidales u ovales, que deben su nombre a sus formas esbeltas que recuerdan el casco de un barco. La más famosa de la isla es la Naveta des Tudons. Pero es de la época llamada "talayótica" (1050-123 a.C.) de la que quedan más testimonios en la isla. Tal es su abundancia y riqueza que toda la Menorca talayótica ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO El elemento clave de este periodo es el talaiot, derivado de la palabra catalana talaia que significa torre de vigilancia. Estos edificios de piedra, que servían al mismo tiempo como fortalezas militares, lugares de culto y torres de observación, podían tener hasta 5 m de altura y 26 m de diámetro. Algunas de estas torres se erigían solas, pero muchas formaban el centro de aldeas que a su vez estaban protegidas por imponentes recintos. En el corazón de estos poblados se encontraban las taules, edificios religiosos y comunitarios formados por una estructura central en forma de T formada por una gran losa rectangular de piedra con un capitel piramidal truncado invertido. Entre los yacimientos más famosos de la isla se encuentran los pueblos de Son Catlar, uno de los pocos que conservan intactas sus defensas ciclópeas, y Torralba d'En Salort, donde se encuentra la taula más alta de la isla

En la encrucijada de influencias

La monumental Catedral de Menorca es un magnífico ejemplo de la mezcla de géneros practicada por los condes catalanes. Su estructura, más larga que alta, es una de las señas de identidad del gótico catalán, reconocible también por sus formas compactas y suaves y por su pureza formal. La Corona catalano-aragonesa también dotó a la isla de varios conventos, cuyos soberbios claustros pueden admirarse, como el del antiguo convento de Sant Francesc de Maó, hoy sede del Museu de Menorca. Este periodo también fue testigo del creciente poder de las clases medias altas, que construyeron mansiones y palacios a menudo construidos alrededor de una magnífica escalera central. Conocidas como Case Signorili o Palaus, estas hermosas residencias son numerosas en Ciutadella. Se reconocen por su silueta de piedra de mármol, una caliza local de tonos dorados. En cuanto al urbanismo, la Corona catalano-aragonesa perpetúa el esquema tradicional de grandes plazas y parques donde se levantan los edificios insignia del poder municipal, con ajuntaments y casetas consistoriales en primer término. Durante su larga presencia en la isla, los británicos desarrollaron un poderoso sistema defensivo formado por las famosas Torres Martello. Estas pequeñas fortalezas servían tanto de puestos de observación como de barracones para los soldados. De planta circular, tienen hasta 12 m de altura y se reconocen por sus gruesos muros y tejados planos utilizados como plataformas de artillería. Estas torres se complementan con fuertes y fortalezas de imponentes murallas y asombrosos laberintos de corredores subterráneos. La inmensa Fortalesa de La Mola y Fort Marlborough son los dos ejemplos más famosos. Y no se pierda el Llatzeret de Maó. Fue el primer ejemplo de fortaleza hospitalaria en España. En cuanto al estilo, los británicos prefirieron el estilo georgiano de simetría y proporciones equilibradas para sus edificios públicos. En cuanto a la arquitectura residencial, la presencia inglesa se aprecia en las ventanas de arco que adornan las fachadas de bellos colores, las ventanas de guillotina con sus marcos generalmente pintados de verde y, por supuesto, en la tradición de las casas adosadas con sus entradas marcadas por arcos de medio punto. En el campo, las grandes familias se hacían construir soberbias mansiones neopalladianas, semejantes a antiguos templos.

Entre tradición y modernidad

Para delimitar sus parcelas y proteger sus cultivos del viento, los habitantes de la isla han construido una red de muros de piedra seca de varios miles de kilómetros de longitud, ¡a pesar de que la isla sólo tiene 50 km de largo y 25 km de ancho! Las parcelas se comunican entre sí a través de unas aberturas llamadas portells. Otros tesoros rurales son las barraques y los ponts de bestiar, torres redondas y escalonadas utilizadas como refugio de animales, y construidas una vez más en piedra seca, es decir, sin argamasa. Para hacer frente al calor extremo del verano, la isla también ha desarrollado un vasto sistema de extracción y almacenamiento de agua, como demuestran las cisternas, los pozos de torno y otras ruedas hidráulicas. En la zona de Alaior, no se pierda los numerosos molinos de viento, entre ellos el Molí del Carrer de Sa Bolla, que conserva su soberbia escalera de caracol. Pequeñas casas encaladas con contraventanas verdes que bordean callejuelas empedradas; grandes llocs con elegantes bóvedas y arcadas que dominan vastas fincas agrícolas... sea cual sea el tamaño de la vivienda, todo está diseñado pensando en la eficiencia. Todos estos elementos inspiran a los diseñadores contemporáneos, que no dudan en rehabilitar los llocs como parte de operaciones de agroturismo. El Hotel Menorca Experimental es un ejemplo perfecto. Fascinado por la belleza de la isla, el arquitecto argentino Luis Laplace creó la sucursal menorquina de la famosa galería Hauser & Wirth. En la Illa del Rei Rey, el arquitecto rehabilitó un antiguo hospital naval, conservando sus tejados de tejas rojas y paredes de ladrillo, así como sus vigas de madera y suelos de piedra local. Bañado por la luz, el espacio expositivo de 1.500 m² incluye también un jardín de esculturas que interactúa con los restos de una basílica paleocristiana