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La naturaleza en las redes de reservas

De las 99 zonas naturales sensibles inscritas, 22 están abiertas al público, 18 tienen el estatus Natura 2000, como la Rivière du Vannetin, y 241 están registradas como zonas naturales de interés ecológico, faunístico y florístico. Desde 1998, el sector de Fontainebleau, parte del bocage de Gâtinais y el Gâtinais francés forman parte de la red mundial de Reservas de la Biosfera de la UNESCO, un espacio único en Île-de-France que combina conservación de la biodiversidad y desarrollo sostenible. Estas zonas incluyen la Bassée, el mayor humedal de la región parisina, el macizo de Fontainebleau, galardonado con la etiqueta de "forêt d'exception", y espacios naturales sensibles como la marisma de Episy, que figura en la lista verde de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.

Flora: del páramo urbano al bosque

Sena y Marne es una región polifacética, con una gran variedad de paisajes naturales, desde centros urbanos a llanuras agrícolas, macizos forestales, praderas secas y toda una serie de humedales. Cada uno de ellos alberga una flora específica, reflejo de un ecosistema rebosante de vida, pero que hay que preservar Contrariamente a la creencia popular, los entornos urbanos albergan una rica diversidad de especies vegetales. Los huertos abandonados, los descampados, las zonas desiertas que bordean las vías férreas y los sectores postindustriales en desuso albergan ecosistemas únicos repletos de plantas herbáceas características como el llantén, la manzanilla y la cymbalaria, para deleite tanto de los botánicos novatos como de los más experimentados. Es el caso de entornos poco frecuentados, como la montaña de Chelles, que la agencia departamental Seine-et-Marne Environnement (SEME) quiere hacer descubrir a los visitantes, por ejemplo, en las jornadas de "fiesta de la naturaleza". Pero en el departamento, es la flora del macizo de Fontainebleau la que ocupa un lugar de honor, no sólo por su belleza e importancia, sino también por las especies raras que alberga. Destaca el roble de Rocher Canon, que se alza sobre una roca y ha recibido la etiqueta de "Árboles notables de Francia". La mayor parte de este bosque está formado por robles, pinos silvestres y hayas. En cuanto a los humedales, praderas, turberas, marismas, estanques y orillas de estanques y cursos de agua, suelen incluir alisos, fresnos y diversas plantas herbáceas: menta acuática, junco, trébol de los pantanos, etc. Por último, Sena y Marne cuenta con jardines que son también conservatorios de biodiversidad: el arboreto Val des Dames (parque de Hutinel) en Gretz-Armainvilliers y el jardín medieval de la Commanderie des Templiers en Coulommiers.

Fauna salvaje: por los senderos de los bosques profundos

Como en la mayoría de los bosques franceses, las zonas densamente arboladas de Sena y Marne albergan una fauna rica y diversa, empezando por los ungulados (ciervos, jabalíes, corzos, etc.) y depredadores como zorros rojos, gatos monteses y comadrejas. Si tiene suerte, podrá verlos durante un paseo. Si es un aficionado, sólo podemos recomendarle que asista a la berrea del ciervo, un grito ronco, potente y grave que sólo puede oírse en otoño, durante la época de celo. Cada año, este fenómeno atrae a los visitantes al bosque de Fontainebleau, guiados por un guía. Es una experiencia inolvidable, porque el grito en cuestión, que nunca deja de impresionar, suele ir acompañado de demostrativos desfiles, cuando el señor ciervo seduce a la señora cierva. Un espectáculo único y conmovedor que se puede descubrir desde las zonas reservadas para tales ocasiones. Más discreto es el mérgulo bigotudo, pero también las serpientes, lagartos, oropéndolas, tritones y salamandras que también comparten este inmenso macizo forestal. Los aficionados a la ornitología podrán observar con facilidad arrendajos, picos negros, cárabos, currucas, pinzones arbóreos, trepadores y otros paseriformes. La Ligue Protectrice des Oiseaux (LPO) organiza regularmente paseos para aprender a reconocer estas especies por su canto o su aspecto. Igual de fascinante puede resultar el mundo de las diminutas criaturas como la citronela oxidada, el carey moteado, la libélula deprimida, la esfinge funeraria o la cetonia dorada, con insectos que revelan sus secretos en cuanto se toma el tiempo de conocerlos.

El mundo de los humedales y las praderas secas

Las orillas de los cursos de agua y los humedales -lagos, marismas, ríos, estanques y llanuras aluviales- albergan más de cien especies de aves y más de 300 tipos de insectos, así como mamíferos (coipos, etc.), anfibios y reptiles. Entre ellos destacan las libélulas de color azul metálico. Una maravilla para la vista con buen tiempo, cuando revolotean sobre las aguas tranquilas o se posan en los tallos de las plantas acuáticas. Varias especies raras anidan aquí, entre ellas el lagarto roquero, el grillo aliazul, la garza real y las garcetas que suelen encontrarse en la costa. Aves como la lavandera cascadeña, el martín pescador, el andarríos común y el somormujo lavanco aparecerán si se espera lo suficiente. Más comunes son el ánade real, el cisne vulgar, la focha común y la gallineta común. La SEME organiza periódicamente visitas por toda la región para conocer mejor estos ecosistemas excepcionales. Por último, los peces: barbo de río, cachalote, vandoise, gobio, boba, eslizón, loche común, siluro, lamprea, anguila amarilla, gremlin, sin olvidar el mejillón grueso, un molusco de agua dulce. Las zonas de pastizales secos, tierras de cultivo bajas o en barbecho y los bordes de antiguas graveras o arenales son ideales para observar numerosos lepidópteros (mariposas), heteróceros (polillas) y ortópteros (grillos, grillos y saltamontes), así como numerosos mamíferos (murciélagos, roedores, erizos) y numerosas aves, entre ellas córvidos y paseriformes como el escribano amarillo... y para los más afortunados, el ratonero común.