Breve historia del cine congoleño del siglo XX

Como muchos países africanos francófonos colonizados, el cine congoleño se desarrolló lentamente tras la independencia. El primer largometraje congoleño fue realizado en 1974 por Sébastien Kamba, nacido en Brazzaville en 1941 y formado en la Office de coopération radiophonique francesa. Diez años antes, Kamba había realizado su primer cortometraje, Le Peuple du Congo-Léo vaincra, el primer largometraje de ficción congoleño. Durante estas dos décadas, Kamba trabajó con la televisión congoleña, al igual que Jean-Michel Tchissoukou, otro destacado director de este periodo. En 1970, Tchissoukou realizó su primer cortometraje, Ilusiones, una fábula sobre la desilusión de un campesino que llega a Brazzaville en busca de trabajo. En 1979, realizó la comedia La Chapelle, una película con un cáustico sentido del humor que describe las tensiones entre las religiones africanas y la Iglesia católica en el Congo de los años treinta. La película ganó un premio en el FESPACO de 1981 y, junto con M'Pongo ou Les lutteurs, el segundo largometraje de Tchissoukou, estrenado en 1982, consolidaría su reputación internacional. Tchissoukou murió en 1997.

Desgraciadamente, a pesar de estas figuras, el cine congoleño tiene dificultades para convertirse en una verdadera industria. Sin apoyo del Estado, sin salas de proyección porque han sido compradas y convertidas en lugares de culto, los cineastas congoleños no están a la altura de la televisión, el vídeo y la influencia cultural de las producciones cinematográficas internacionales. En los años 90, el cine congoleño sobrevivió como pudo gracias a la influencia de Sébastien Kamba, jefe de la Asociación de Cineastas Congoleses, y de David-Pierre Fila, documentalista y fotógrafo que puso de relieve la República del Congo y sus civilizaciones en Tala Tala (1991). Un encuentro con la cultura ancestral entre Ouesso y Brazzaville, poesía de imágenes e historias que arrasan.

Renovación y esperanza para el cine congoleño

En los años 2000, la situación del cine congoleño no era brillante. Aunque, según la ministra de Cultura, Aimée Mambou Gnali, la cultura era "la menor de las preocupaciones del Gobierno", el séptimo arte luchaba por afianzarse en un país donde los DVD y las copias piratas eran omnipresentes. Sin embargo, el fácil acceso a la tecnología digital también está beneficiando a los cineastas congoleños que ruedan directamente en vídeo. Entre ellos, Léandre André Baker, también escritor, actor, director y creador teatral, rodó cortometrajes y varios documentales a principios de la década, entre Francia, la RCA y la República del Congo. En 2008, dirigió su primer largometraje en Senegal. Ramata es una poderosa historia sobre una mujer africana compleja que arrastra muchos estigmas. La película trata en profundidad temas universales como el amor, la seducción, la ruptura y las heridas de la vida, con la cautivadora actriz guineana Katoucha Niane en el papel protagonista. Murió en trágicas circunstancias justo después del estreno de la película, dejando tras de sí esta poderosa película y un libro, Dans ma chair, testimonio de su lucha contra la mutilación genital a la que ella misma se había sometido.

Al mismo tiempo, el cineasta y guionista Camille Mouyéké recibió una escasa beca del gobierno para estudiar cine en París. Tras varios cortometrajes, en 2001 dirigió su primer largometraje, Voyage à Ouaga, que fue muy bien recibido por la crítica y ganó el Premio del Público en el Festival Internacional de Cine Francófono de Namur, un importante festival de cine que se celebra cada año en el sur de Bélgica. Al igual que Kamba y Baker, Mouyéké creó su propia productora, Namib Cinéma, en Pointe-Noire.

En 2016, tras décadas de abandono, los espectadores congoleños por fin pudieron volver a disfrutar de la gran pantalla, gracias a la reapertura de la MTN Movies House en Brazzaville. A este cine se ha sumado desde entonces el Canal Olympia, una moderna sala de 300 butacas financiada por el grupo francés Bolloré, que abrió sus puertas el 17 de abril de 2019 en la comuna de Poto-Poto.

Hoy en día, el cine congoleño puede esperar un renacimiento, gracias a estas salas de proyección y a un renovado entusiasmo por el séptimo arte. Sin embargo, los cineastas siguen sintiendo la necesidad de salir de su país para trabajar en la industria. Mal informados o faltos de oportunidades de formación, a menudo tienen que marcharse al extranjero para esperar hacer carrera. Como Sidney Kombo-Kitombo, director y especialista en efectos especiales que ahora trabaja en uno de los estudios más prestigiosos del mundo y colaboró en Avatar con los equipos de James Cameron. Esperemos que estos ejemplos congoleños inspiren muchas otras vocaciones, y que en el futuro haya más opciones de formación en la República del Congo.

Principales documentales rodados en la República del Congo

Si bien la República del Congo, al igual que su vecina, no ha acogido a personajes de la talla de Leonardo DiCaprio (productor de Virunga, rodada en la RDC y galardonada con múltiples premios), el país ha sido, no obstante, objeto de numerosos e impactantes documentales desde principios de la década de 2000. En 2010, por iniciativa del Festival de Rotterdam, el cineasta estadounidense Kevin Jerome Everson dirigió BZV, un enfoque diferente para retratar África que cuestiona nuestras ideas preconcebidas. Una película conmovedora, muy diferente de lo que vemos en los telediarios. Révolutionnaire(s), de Hassim-Tall Boukambou, es otro proyecto excepcional, esta vez dirigido por un congoleño, y narra en tres partes la historia política del Congo entre 1966 y 1991. Un impresionante trabajo de archivo, indispensable para comprender mejor la construcción de este país.
Más recientemente, la República del Congo acogió el rodaje del documental Kongo (2019), de Hadrien La Vapeur y Corto Vaclav. Una película impactante que lleva Brazzaville a la pantalla a través de la historia de Apôtre Médard, un curandero cuya vida da un vuelco cuando es acusado de practicar magia negra. La película se proyectó en Cannes en 2019 y ya está disponible en línea. Es una oportunidad para descubrir otra faceta de la cultura congoleña, a través de un relato de imágenes hechizantes.