De la tradición oral a la recopilación

El tiempo y el espacio son a veces nociones borrosas y felices, contrariamente a lo que podían pensar los colonos que se esforzaron por escribir los acontecimientos históricos y trazar las fronteras. Por ello, nadie recuerda realmente cuándo apareció por primera vez la epopeya de los Mvett, ni a qué zona geográfica pueden vincularse los Fang-Béti-Bulu, que la han ido transmitiendo de generación en generación al son de su instrumento epónimo. En cualquier caso, esta leyenda original habla de una migración, de repetidos ataques en el camino que conducía a estos pueblos bantúes hacia África Central, de uno de ellos, Oyono Ada Ngone, que cayó en un extraño coma y despertó una semana después, habitado por los secretos que una entidad superior, Eyo, le había transmitido. De este contacto con otro mundo, recuerda las incesantes batallas entre los Engong, que poseían el secreto de la inmortalidad, y los Oku, simples mortales. Los cantos a que dio lugar este episodio inaugural no pretendían simplemente devolver la esperanza y el deseo de seguir adelante, sino que se convirtieron en una verdadera filosofía, reservada a los iniciados y de la que estuvieron excluidos durante mucho tiempo los extranjeros que, siguiendo al navegante portugués Fernando Pó que desembarcó en 1472, empezaron a interesarse por Camerún y luego a instalarse en él. Aunque muchos especialistas confirman el interés literario del Mvett, todavía se dispone de muy pocas transcripciones, entre ellas la versión de David Akue Obiang, nacido en Mékom hacia 1910, publicada en edición bilingüe por L'Harmattan.

No es casualidad que el primer escritor reconocido del país fuera un políglota que convirtió su don para las lenguas - dominaba una docena de ellas - en su profesión: trabajó como intérprete para las distintas administraciones coloniales sucesivas, alemana, inglesa y francesa. Fue hacia 1920 cuando este traductor, Isaac Moumé Etia, empezó a escribir sus propios textos. Tenía entonces unos cuarenta años y no tardó en publicar en la sección "Literatura y tradiciones orales" de La Gazette du Cameroun. Hombre que oscilaba entre los dos mundos -el de los negros y el de los blancos-, creía que una buena comprensión mutua favorecería una mejor convivencia. A lo largo de su vida, se esforzó por transmitir a sus conciudadanos la lengua colonial, cuando se hizo profesor, y las costumbres y leyendas de los indígenas, cuando se convirtió en un autor especialmente prolífico. Sus numerosas obras, desde Quelques renseignements sur la coutume locale chez les Doualas (1920) hasta sus diccionarios y gramáticas publicados en la década siguiente, pasando por Les Fables de Douala.. en dos idiomas (impreso en Bergerac en 1930) o sus escritos póstumos(La médecine indigène, Le Cameroun avant, pendant et après la guerre de 1914) - son ciertamente rarezas hoy en día, pero la memoria colectiva no olvida ni su compromiso, que incluía también el sindicalismo, ni su funeral al que, el 22 de octubre de 1939, asistieron por última vez miles de personas anónimas, así como altos dignatarios europeos.

En la generación nacida con el siglo, otros siguieron sus pasos, como Pierre Mviena (1915-1988), que ganó el Grand Prix littéraire d'Afrique noire en 1971 por L'Univers culturel et religieux du peuple béti, culminación de su carrera de erudito y ensayista religioso, a él se unieron Abel Moumé Etia (1919-2004), que publicó en los campos de la antropología, las matemáticas y la meteorología, y su hermano Léopold Moumé Etia (1913-2004), para quien la conservación del patrimonio era sinónimo de compromiso político y, de hecho, de liberación de la tutela francesa. De la treintena de títulos de los que fue autor o coautor, el más conocido es Camerún: los años ardientes (cuya edición de 1991 está disponible en el sitio Gallica de la BNF), en el que evoca el periodo 1935-1955 y, en particular, los sangrientos enfrentamientos de 1945. Raphaël Onana (1919-2002) también recurrió al enfoque autobiográfico: en Un homme blindé à Bir-Hakeim, relata su experiencia como suboficial durante la Segunda Guerra Mundial.

Realidad y realismo

Sin negar esta voluntad de centrarse en la realidad -ya sea a través del coleccionismo o de testimonios-, poco a poco fue surgiendo el deseo de recurrir a la ficción. El primer intento fue sin duda confidencial: Nnanga Kon, novela fantástica de Jean-Louis Njemba Medu (1902-1966) escrita en bulu en 1932, no se tradujo al francés y se publicó en Yaundé hasta 1989, lo que le dio por fin un público más amplio. Joseph Owono (1921-1981) se considera generalmente el precursor, gracias a Tante Bella, publicada en 1959, que, aunque era una novela, no dejaba de ser realista al llamar la atención sobre la condición de la mujer en Camerún. Este parecía ser el credo adoptado por los primeros escritores cameruneses, que finalmente cruzaron el Rubicón atravesando las dos orillas que separan la simple descripción de la denuncia más cruda. Entre ellos figura Ferdinand Oyono (1929-2010) y el escándalo provocado por su trilogía escrita en francés, que evidentemente no era su lengua materna pero en la que se permitía una mayor libertad para pasar de un registro a otro. Los tres títulos evocan la vida cotidiana durante la época colonial, y entre líneas hay críticas y aspiraciones a romper con ese pesado yugo. En Une vie de boy (Una vida de muchacho), publicado en 1956 y ahora en el catálogo de Pocket, nos asomamos a los bastidores de la perversa relación amo-doméstico. En Le Vieux nègre et la médaille (publicado por 10-18), se explora la ambivalencia de la relación entre colonizados y colonizadores, con el reconocimiento y la admiración absurdos de los primeros y la hipocresía decididamente cínica de los segundos. Chemin d'Europe, publicado en 1960 y con el que concluía la trilogía, está hoy descatalogado, pero era una de esas historias de exilio en las que la brecha se ensancha entre la fantasía de llegar a Francia y la desilusión al llegar. En pocas palabras, Oyono se enfrenta a lo no dicho, y al hacerlo deja una huella indeleble en la historia de la literatura camerunesa y, más ampliamente, africana, gracias a la agudeza que desarrolló a lo largo de su carrera como embajador, que le llevó a vivir a ambos lados de la frontera en un momento crucial.

El1 de enero de 1960 se proclamó la independencia, y este soplo de aire fresco, seguido de muchos años de apnea e igual represión, inspiró a los autores. Fueron tantos que sería inútil enumerarlos todos, pero algunas obras han sobrevivido a las décadas y siguen hoy entre nosotros, intactas y llenas de la atmósfera de la época. En su poema Ils m'ont dit (Me lo han dicho), François Sangat Kuo (1931-1997) resume en pocas palabras la colonización, la resignación y luego la revuelta; en su colección ¡Kamerun! ¡Kamerun ! (publicada por Présence Africaine), Elolongué Epanya Yondo (1930-1998) canta a la patria; en 1959, Sankie Maimo escribió su obra I Am Vindicated y lanzó la literatura camerunesa en lengua inglesa: en 2014, recibió uno de los GPAL (Grands Prix des Associations Littéraires). También hay que mencionar a René Philombé (1930-2001), premiado por la Académie Française y cuya obra poética Espaces essentiels, que aboga por la esperanza, está ahora disponible en formato digital en Fenixx. Y no olvidemos a Mbella Sonne Dipoko, que escribió sobre una pareja mixta y el racismo en A Few Nights and Days (Londres, 1966), Francis Bebey, que ganó el Grand prix littéraire d'Afrique noire en 1968 por su novela Le Fils d'Agatha Moundio, Guillaume Oyônô Mbia, que ganó el Concours théâtral interafricain en 1969 por Notre fille ne se mariera pas, y Rémy Medou Mvomo, cuya primera novela, Africa Ba'a, sigue figurando en los programas escolares gracias a la editorial Clé -editorial clave en Camerún en aquella época, ya que aseguraba la aparición de nuevas voces-, que la ha conservado cuidadosamente en su catálogo contemporáneo (editionscle.info).

También hay ensayistas más o menos polémicos - Thomas Melone(De la négritude dans la littérature négro-africaine, 1962), Marcien Towa(Essai sur la problématique philosophique dans l'Afrique actuelle, 1971), Daniel Ewandé(Vive le Président: pamphlet, 1968) - y, por supuesto, mujeres que se expresan: Jeanne Ngo Maï (1933-2008), que empezó a publicar sus poemas en Le Cameroun littéraire y se convirtió en la primera mujer poeta del país en 1967 con su colección Poèmes sauvages et de lamentations; Thérèse Kuoh-Moukouri (1938, Yaundé), que se convirtió en la primera mujer novelista dos años más tarde con Rencontres essentielles (L'Harmattan), la activista feminista Lydie Dooh Bunya, que publicó su autobiografía La Brise du jour en 1977, y Delphine Tsanga, que siguió tanto una carrera política -llegó a ser la primera mujer ministra- como una carrera literaria como Delphine Zanga-Tsogo(Vie de femmes, Ekobo ou l'oiseau en cage). En esta impresionante aunque fragmentada lista, destaca un nombre, el de Mongo Beti. Nacido cerca de la capital en 1932, se trasladó a Francia a principios de los años cincuenta para estudiar. Acabó siendo profesor y no regresó a su país natal hasta 1991. Al igual que su vida, su obra puede dividirse en dos partes que rebotan con la historia: el periodo anticolonialista, que comenzó con su primer texto publicado en la revista Présence Africaine en 1953, Sans haine et sans amour, y continuó con una novela satírica que causó sensación, Le Pauvre Christ de Bomba, dos años más tarde. Luego vino su crítica de la época posterior a la independencia: Main basse sur le Cameroun, autopsie d'une décolonisation fue censurada antes de aparecer finalmente con François Maspero en 1976, tras cuatro años de procesos judiciales. A su muerte, en 2001, su última trilogía, Bébète, seguía inacabada, con sólo dos títulos: Trop de soleil tue l'amour y Branle-bas en noir et blanc, ambos publicados por Julliard. Mongo Beti es ahora un autor difícil de encontrar, pero Le Rebelle -en tres volúmenes, publicado por Gallimard- ofrece una buena panorámica de las tesis políticas y literarias que defendió.

Decadencia y resurgimiento

La desaparición en 1982 de la revista Abbia, lanzada en Yaundé veinte años antes, marcó sin duda el ocaso de la edad de oro de la literatura camerunesa. Sin embargo, todavía hay muchos escritores que han sido aclamados por su obra, como Bernard Nanga, que ganó el Grand Prix littéraire de l'Afrique noire en 1981 por Les Chauves-souris. La mayoría de ellos proceden de la diáspora, como los ganadores del mismo premio en 1982 y 1989, Yodi Karone(Nègre de paille) y Victor Bouadjio(Demain est encore loin), ambos nacidos en Francia. Simon Njami nació en Lausana en los años sesenta y fue pionero del género negro en la literatura camerunesa. Calixthe Beyala emigró a Francia a los 17 años y se dio a conocer diez años más tarde con su primera novela, C'est le soleil qui m'a brûlée (1987). Sin embargo, no fue hasta finales de siglo cuando obtuvo un verdadero reconocimiento con Les Honneurs perdus, que ganó el Grand Prix du roman de l'Académie française en 1996.

En Camerún, el mercado editorial atraía patrocinadores y mecenas, se multiplicaban los premios para coronar el talento y los escritores internacionales atraían lectores. El éxito de Je suis noir et je n'aime pas le manioc (Soy negro y no me gusta la mandioca), del ensayista Gaston Kelman, publicado en 2003 por Max Milo, es la prueba de que ciertos problemas pueden abordarse por fin en la esfera pública. El dramaturgo Marcel Zang aborda en sus obras L'Exilé y La Danse du pharaon, publicadas por Actes Sud, el racismo y los prejuicios, mientras que Eugène Ébodé examina las parejas mixtas en Métisse palissade y profundiza en su historia familiar en sus numerosas novelas, de La Transmission en 2002 a Habiller le ciel en 2022 (publicadas por Gallimard). Esta vitalidad renovada es ante todo obra de una nueva generación, nacida en los años setenta, que persiste en hacer frente a sus responsabilidades con la Historia. Patrice Nganang alterna escritos políticos(La Révolte anglophone, L'Afrique répond à Sarkozy) con obras literarias a menudo comprometidas(Temps de chien, Dernières nouvelles du colonialisme, La Promesse des fleurs), Hemley habla en nombre de sus compañeras(Le Clan des femmes, Les jours viennent et passent), al igual que la prolífica Léonora Miano(Stardust, Elles disent, Rouge impératrice, Contours du jour qui vient..), que navega por continentes, temas y géneros literarios con tal facilidad que ha obtenido todos los galardones, incluido el Goncourt des lycéens, distinción que comparte con Djaïli Amadou Amal (1975, Maroua), autor de Les impatientes, publicada por Emmanuelle Collas. Esta novela, que aborda sin tapujos el tema de la poligamia, pasará sin duda a la historia. Con la misma editorial, podríamos mencionar también a Mutt-Lon, cuyo Les 700 aveugles de Bafia evoca una tragedia ocurrida en 1929, al slammer Marc Alexandre Oho Bambe (1976, Douala), que ha conquistado fácilmente el mundo literario gracias a la finura de su pluma y a su filosofía humanista, y por último a tres autores que parecen decididos a demostrar que el mundo debe evolucionar a partir de ahora, cueste lo que cueste: Éric Delphin Kwégoué(Taxiwoman, Lansman, 2020), Imbolo Mbue(Puissions-nous vivre longtemps, Belfond, 2021) y Max Lobe(Loin de Douala, Zoé, 2018).