El legado colonial
La arquitectura en Paraguay comenzó realmente con la llegada de los colonos españoles, especialmente en la región de la actual Asunción, a orillas del río Paraguay. Las primeras fortificaciones pronto dieron paso a una ciudad estructurada, la primera de una larga serie de iglesias, palacios y casas de ladrillo inspiradas en el estilo europeo.
La arquitectura colonial paraguaya se inspiró en gran medida en las tradiciones españolas, sobre todo en las galerías exteriores y los balcones, al tiempo que incorporaba técnicas de construcción amerindias adaptadas a las realidades del país. Originalmente, la casa colonial no tenía nada que ver con las construcciones de piedra que suelen asociarse a este periodo: los primeros edificios se construían con muros de palma y tierra, consolidados con sangre animal (muros de estaqueado), y cubiertos con techos de paja o palma.
No fue hasta mediados del siglo XVI cuando aparecieron las primeras casas con paredes de adobe y tejados de teja. Hoy, al pasear por la capital, Asunción, varios edificios siguen siendo testigos de esta herencia arquitectónica: la Casa de la Independencia, construida a mediados de la década de 1770, la Casa Castelvi y sus jardines, y el complejo de la Manzana de la Rivera, un conjunto de casas restauradas que hoy albergan museos y espacios culturales.
Otra característica de la arquitectura colonial es el uso del color como elemento esencial en algunas viviendas. Muchas casas aún lucen tonos pastel de rosa, azul, verde o amarillo, aplicados sobre muros de ladrillo o estuco, con ventanas protegidas por finas rejas de hierro.
Las misiones jesuíticas y franciscanas
La historia de Paraguay está marcada por un episodio singular: entre 1609 y 1767, la Compañía de Jesús estableció en las misiones jesuíticas guaraníes una forma de Estado teocrático basado en la organización comunitaria. Dentro de estas "reducciones", las poblaciones indígenas gozaban de una protección y unos derechos comparables a los de los colonos españoles, al tiempo que eran introducidas en las artes llegadas de Europa: música, escultura y arquitectura, entre otras. Los jesuitas introdujeron el uso de la piedra y la madera para construir arcos, pórticos y fachadas inspirados en modelos europeos. De la treintena de misiones establecidas en la cuenca del Plata, los restos mejor conservados son los de Santísima Trinidad de Paraná y Jesús de Tavarangue, declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. Los frescos y relieves reflejan los códigos estéticos de la iconografía misionera. Aunque los estilos varían de una época a otra, todas las misiones presentan una original mezcla de elementos indígenas y cristianos, con una simbología que bebe de influencias barrocas, románicas y griegas. A pesar de su excepcional valor patrimonial, las misiones jesuíticas de Trinidad y Jesús siguen siendo poco visitadas. En cambio, la arquitectura de las antiguas misiones franciscanas, anteriores a las jesuíticas, es más sobria. Hoy quedan pocos edificios, a excepción de algunas iglesias cuidadosamente restauradas. El ejemplo más llamativo es la iglesia de Yaguarón, construida entre 1755 y 1772. Sobria por fuera, de líneas limpias, su interior es notablemente rico en decoración, típica del llamado estilo "barroco guaraní".
Arquitectura de los siglos XIX y XX
Fue bajo las presidencias de López, de 1840 a 1865, cuando se produjeron los primeros cambios en la arquitectura paraguaya, especialmente en Asunción. El gobierno encargó a arquitectos europeos la modernización de la capital. Un recorrido por el centro histórico revela la obra del italiano Alejandro Ravizza, apodado "el arquitecto de los López" y responsable de monumentos tan emblemáticos como el Panteón Nacional, el Palacio de López, la Recova de la Aduana y el Cabildo, todos ellos de estilo neoclásico con fuerte influencia italiana. Otros edificios importantes, como la Estación Central y el Arsenal, fueron diseñados por el inglés Alonso Taylor.
Tras la Guerra de la Triple Alianza, a partir de 1870, fueron de nuevo arquitectos europeos los que trabajaron en la reconstrucción. La arquitectura se aleja entonces del academicismo de los años de López. Edificios como la Casa Massi, la Casa Fratta y el antiguo Gran Hotel Hispania adoptaron un estilo Art Nouveau, liderado en particular por el ingeniero catalán Enrique Clari. También aparecieron otras figuras clave del renacimiento arquitectónico: Juan Colombo, José Peris, Carlos Offer, Sebastián Grassi, Matéo Talia, así como arquitectos paraguayos como Ángel Alfaro y Tomás Remeiro Pereira. La Facultad de Arquitectura se creó bajo la dictadura de Stroessner, que vio el desarrollo de modelos dictados por el funcionalismo moderno y la estética fascista, dejando poco espacio a la originalidad. Sin embargo, algunos arquitectos, como Jenaro Pindú y Carlos Colombino, consiguieron romper con este modelo. La nueva generación estaba formada por arquitectos que querían romper con los viejos patrones de la dictadura. Entre ellos figuran Juan José Giancreco, Pedro Barrail, Solano Benítez y Javier Corvalán, todos ellos promotores en la actualidad de una arquitectura innovadora.