La gangrena de la corrupción

Resumámoslo así: en los últimos 30 años, independientemente del perfil del presidente elegido y de las promesas de campaña realizadas, todos han aplicado más o menos la misma política: pragmatismo económico, políticas públicas ineficaces y escándalos de corrupción al final de su mandato. Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Martín Vizcarra han hecho lo suyo. Mientras que los primeros pudieron gobernar con un Congreso fuerte, las elecciones de 2016 y 2021 dieron lugar a un Congreso dividido que, en función de las alianzas, está a favor del Presidente o en la oposición. Las amenazas de destitución de uno u otro de estos órganos son constantes, así como los rumores de corrupción, y este jueguito envenena la vida política peruana, impidiendo cualquier nueva decisión coherente. Las manifestaciones de noviembre de 2020, un auténtico levantamiento popular impulsado por los jóvenes y las redes sociales, fueron rápidamente sofocadas. La famosa generación del Bicentenario parece haber perdido una vez más el interés por un juego político esclerótico.

Pedro Castillo, sindicalista y profesor de la provincia de Cajamarca, vino a sacudir el panorama político, mientras que en Lima los medios de comunicación y los círculos dirigentes no lo habían visto venir. También él se vio pronto envuelto en sospechas de corrupción alimentadas por los medios de comunicación partidistas. El partido que le llevó al poder, Perú Libre, se distanció de él porque, según Vladimir Cerrón, su líder, sus políticas eran demasiado tímidas. El nuevo presidente se encuentra acorralado, en una situación precaria. Intensifica sus visitas a las provincias y apela a los pequeños que le eligieron, pero muchos sectores de la población están profundamente desanimados por el juego político. El dólar, marcador económico, sube cada vez que la situación se debilita. La moneda local, el sol, se devalúa, encareciendo la vida cotidiana. El 7 de diciembre de 2022, tras un golpe de Estado improvisado que se parecía mucho a un suicidio político, Pedro Castillo fue finalmente depuesto y pasó a engrosar la lista de presidentes corruptos bajo investigación judicial. Dina Boluarte, su vicepresidenta, asumió el cargo, convirtiéndose en la primera mujer presidenta en la historia de Perú. Aunque protegida por su cargo, se dio a conocer cuando se hizo cargo de las protestas. Se calcula que el número de muertos oscila entre 50 y 100. También fue noticia en todo el mundo por el escándalo del Rolex, ya que aparecieron 15 relojes en su muñeca sin la correspondiente declaración ni patrimonio. El Congreso está demasiado ocupado dividiéndose y aprobando leyes para protegerse. Los escándalos de corrupción también son recurrentes, y uno de los más habituales es el de los diputados que exigen recompensas económicas a sus equipos, obligados a depositar parte de su sueldo como agradecimiento por el cargo que ocupan.

El alto precio pagado a Covid

En plena crisis política, Perú ha tenido que hacer frente a la crisis sanitaria mundial bastante mal preparado, dada la fragilidad de sus estructuras públicas. La sanidad pública lleva años funcionando mal, gestionada por entidades separadas que no trabajan juntas: el Minsa (Ministerio de Salud), Essalud (el sistema de seguridad social de Perú, que sólo beneficia a los trabajadores legales, es decir, 12,6 millones de afiliados en un país de 34 millones de habitantes) y, por último, diversas redes privadas que funcionan a través de mutuas suscritas de forma privada o parcialmente subvencionadas por los empresarios. El Presidente Vizcarra optó por las medidas radicales de cierre de fronteras y aislamiento social, que al principio fueron muy bien acogidas pero no lograron frenar la propagación del virus y empobrecieron a una población precaria que vivía al día. Los subsidios concedidos por el Estado tardaron demasiado en distribuirse, por lo que la gente tuvo que abandonar de nuevo el país, y la crisis golpeó duramente al país, en primer lugar a los sectores más pobres de la población, pero también de forma más generalizada. Con 87 muertos por cada 100.000 habitantes, Perú fue declarado, al final de la primera oleada, el país con la mayor tasa de mortalidad vinculada al Covid. Sin oxígeno medicinal, sin respiradores, sin plazas en cuidados intensivos (1.600 camas en total), la realidad era muy difícil y en casi todas las familias murió un tío, una tía o un pariente. Algunos han dejado deudas asombrosas en clínicas privadas, mientras que otros han preferido morir en casa para no incurrir en ellas.

Otra cifra cruda subraya la magnitud de esta crisis: 10 de cada 1.000 niños han perdido a su padre, madre o abuelo, dejando a 98.975 niños en orfanatos. El gobierno les paga 200 soles (50 euros) al mes. Si a esto añadimos el cierre total de escuelas en favor de la enseñanza virtual durante dos cursos escolares completos, 2020 y 2021, la crisis sanitaria sólo ha contribuido a aumentar las desigualdades. ¿Cómo se puede asistir a una clase virtual cuando no hay electricidad ni Internet en casa? Los niños de poblaciones rurales o urbanas precarias han pagado un precio muy alto, y muchos se han quedado sin escolarizar.

Por último, una de las soluciones facilitadas por el gobierno fue la retirada de los fondos privados de pensiones para la jubilación, lo que permitió a quienes los tenían reinyectar esas sumas en la economía inmediata, pero les empobreció a largo plazo para ocuparse de su vejez. Por eso, a pesar del luto, Perú vuelve a ser un país activo y con una economía pujante, donde han reaparecido los vendedores ambulantes, los autobuses vuelven a estar llenos y han surgido nuevos pequeños negocios (sobre todo online). Hemos tenido que reinventarnos, y rápido. La gran mayoría de la gente ha sido muy disciplinada con la vacuna y sus dosis de recuerdo. Todavía se ven algunas mascarillas al aire libre, pero la urgencia económica ha prevalecido sobre el miedo y el país ha retomado su ritmo.

Un país por reinventar

Las cifras para 2020 son obviamente las de una gran recesión. En 2020, Perú experimentó una recesión del 11% antes de repuntar en 2021, con un crecimiento del 13,4%, cayendo al -2,7% en 2022 y al -0,6% en 2023, con una proyección del 3% para 2024. La tasa de pobreza extrema ha descendido en los últimos 25 años, y ahora se sitúa en el 2,7% (personas que viven con menos de 2,15 dólares al día), según el Banco Mundial. Sin embargo, el instituto de estadística local define la pobreza como un ingreso menor a S/ 360 mensuales, que era el caso del 29% de la población en el 2023, cifra que no ha disminuido desde el 2020. Si bien el país se sitúa en el tercio superior de las economías mundiales en términos de PIB (48ºlugar en 2023 según el Banco Mundial), solo ocupa el 90º lugar en términos de PIB per cápita, con algo menos de 7.789 dólares.

Muchos empleos siguen siendo precarios o informales, pero se calcula que más de 17 millones de personas tienen trabajo, y la cifra aumenta gradualmente tras la crisis.

La crisis también ha dado origen a numerosas pequeñas empresas, muchas de ellas virtuales. Las ciudades están surcadas por repartidores en moto, se han disparado las facilidades de pago a través de apps y Perú ha vuelto a demostrar su espectacular capacidad de resiliencia y reinvención. Como mínimo, la pandemia ha demostrado que los peruanos son resilientes. En un momento en el que las instituciones se hunden, es el espíritu comunitario el que ha resurgido para ayudarles a salir adelante. En los Andes y la Amazonia, esta situación ha ido acompañada de un repliegue y una desconfianza legítimos, pero esto ha permitido proteger mejor a las poblaciones rurales. La situación se está normalizando, pero algunas personas sienten que han crecido, legítimamente orgullosas de lo que la crisis les ha permitido demostrar. En un arranque de orgullo, el país se está recuperando económicamente. Es hora de que las instituciones tiendan la mano a estas personas y proporcionen un marco para este impulso, que a menudo va de la mano de la inseguridad social. Trabajamos duro e incontables horas, no dejamos de inventar, pero aún nos cuesta construir a largo plazo, y ése es el principal reto de este país aún joven con una tierra llena de promesas.