shutterstock_398554366.jpg

Los tristes comienzos del cine guatemalteco

Fue un operador empleado por los hermanos Lumière quien trajo el cinematógrafo a Guatemala por primera vez en 1897. La primera película guatemalteca se rodó en 1905, centrada en las festividades de la capital. Durante la primera mitad del siglo XX, el cine fue una herramienta del Estado, fuertemente afectado por la censura y las restricciones a la libertad de expresión. Había muy pocas producciones nacionales, por no decir ninguna, y lo mismo ocurría con las salas de cine. Hasta 1950 no vio la luz el primer largometraje sonoro, titulado El sombrerón. Dirigida por Guillermo Andreu y Eduardo Fleischman, esta película trasladaba a la pantalla el mito popular de El Sombrerón, el hombre del saco guatemalteco que aterrorizaba a los niños en las noches de luna llena, escondiéndose bajo un gran sombrero negro y haciendo sonar sus botas y su guitarra. Esta obra en blanco y negro se puede descubrir ahora en Internet.

Desgraciadamente, los años de guerra civil paralizaron casi toda la industria cinematográfica del país, dejando sólo algunas coproducciones con México, que seguían sometidas a la censura. Algunos cineastas nacionales consiguieron llevar sus películas a la pantalla, como Manuel Zecena Diéguez y sus películas L'amour dans les nuages (1968), Une femme pour le samedi (1970) y Derrière cette porte (1975). Hubo que esperar a los años 90, con los acuerdos de paz de 1996, para que los cineastas del país pudieran volver a crear sin trabas. El primero en darse a conocer fue Luis Argueta con Le silence de Neto (1994). La primera película guatemalteca que examina el tumultuoso pasado del país, este relato de la vida de un joven tras el golpe de Estado de 1954, fue también la primera presentación de Guatemala a los premios de la Academia.

Rodajes y producciones internacionales

Paralelamente a esta compleja situación nacional, Guatemala se convirtió en un patio de recreo para Hollywood y el cine internacional, y en objeto de fascinación para los occidentales. A partir de la década de 1910 se rodaron producciones como El plantador (1917), sobre un joven enviado a dirigir una plantación en un país donde le aguardaba un destino especial. O Adventure Girl (1934), las aventuras de una niña y su padre que parten en busca de un tesoro perdido y acaban en las garras de una princesa maya. En el periodo de entreguerras también se instalaron en Guatemala varios documentalistas, como James A. FitzPatrick, que rodó allí varios de sus Travel Talks. Al mismo tiempo, Las nuevas aventuras de Tarzán llevó al personaje interpretado por Bruce Bennett a la selva guatemalteca y a las pirámides de las ciudades de Quirigua y Tikal, antes de situarlo en las estribaciones del Volcán de Agua y luego a orillas del lago de Atitlán. Muchos otros lugares y ciudades del país también están representados en la película, como las ciudades de Puerto Barrios y Chichicastenango, aunque estos paisajes urbanos han cambiado considerablemente desde 1935. En la segunda mitad del siglo XX, el yacimiento de Tikal siguió siendo explotado por Hollywood, primero en La guerra de las galaxias (1977) como la cuarta luna de Yavin, en la que los rebeldes intentan escapar del Imperio, y después en Moonraker (1979). James Bond -interpretado por Roger Moore- es atraído allí por Drax (Michael Lonsdale), el genio maligno de este episodio que se ha instalado en la pirámide, desde donde prepara su conquista del espacio.

Crecimiento y reconocimiento en el siglo XXI

Desde principios de la década de 2000, una nueva generación de cineastas ha situado el cine guatemalteco en el mapa internacional. Entre ellos, Jayro Bustamante es sin duda el más conocido, revelado por su primer largometraje Ixcanul (2015). Ambientado en los alrededores del volcán Capaya, el personaje de Mariá, una joven kaqchikel de diecisiete años, se enfrenta a un matrimonio concertado. Rodada entre la reserva de El Patrocinio y la ciudad de Amatitlán, la película obtuvo numerosos premios en festivales internacionales, incluida la Berlinale. Jayro Bustamante realizó después otras dos películas, Temblores (2019) y La Llorona (2019), esta última basada en otro personaje de los cuentos y leyendas nacionales, La Llorona, una aparición fantasmal que ronda las orillas de ríos y lagos en busca de sus hijos ahogados. Este trabajo le valió al director numerosos premios, y fue nominado al Oscar a la Mejor Película Extranjera, aunque no obtuvo la estatuilla. Otra figura clave de esta generación, César Díaz, montador y guionista, se formó con el gran maestro del cine mexicano Alejandro González Iñárritu en Amores Perros (2000), antes de trabajar con Bustamante en las películas mencionadas. En 2019 dirigió su primer largometraje, Nuestras Madres (2019), una inmersión en la historia de Guatemala en busca de los fantasmas del pasado, cuando un joven intenta saber más sobre su padre desaparecido en la guerrilla. Esta coproducción franco-belga-guatemalteca le valió al director el premio Caméra d'Or en el Festival de Cannes, así como el Prix de la Critique. Sergio Ramírez, tercer miembro de este renacimiento cinematográfico nacional, también realiza películas de género como Jours de lumière (2019), un filme de anticipación sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas. También es autor del conmovedor documental Distancia (2012), que sigue los pasos de un padre en busca de su hija, secuestrada durante la guerra civil.

El cine guatemalteco tiene ahora un brillante futuro por delante. El Festival Internacional de Cine de Ícaro, celebrado en Ciudad de Guatemala en 1998, es una iniciativa que reúne a cineastas y cinéfilos de Centroamérica, y la Universidad Francisco Marroquín ha desarrollado programas escolares centrados en el cine. El número de salas de cine en el país está creciendo, al igual que el público, cada vez más ávido de ver películas nacionales e internacionales.