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De la conquista al exilio

La historia se convirtió en un baño de sangre y un montón de cenizas cuando el hombre apodado "Sol" por los nativos debido a su pelo rubio puso un pie en el continente sudamericano. Tras saquear Yucatán y México, Pedro de Alvarado atacó Guatemala en 1523, pero los mayas le opusieron valiente resistencia durante cuatro años. Irónicamente, fue en Antigua Guatemala donde reposó su cuerpo, a petición de su hija, después de perder la vida en 1541 durante otro intento de saquear las islas de las Especias. La masacre humana fue acompañada de una masacre cultural, ya que sólo un puñado de códices mayas sobrevivió a la quema. Afortunadamente, el recuerdo de las piedras es más difícil de borrar: una estela hallada en el yacimiento de Tak'alik Ab'aj (El Asintal) en 2020 reaviva la escasa esperanza de conseguir descifrar algún día los últimos secretos de la escritura de una civilización que fue sin duda grandiosa. De hecho, se cree que las inscripciones del yacimiento proporcionan un "eslabón perdido" entre la escritura de los mayas y la de los olmecas, que les precedieron y se asentaron en la zona en el año 1500 a.C. Además, gracias a sus investigaciones en otro yacimiento arqueológico guatemalteco, el renombrado Piedras Negras, la epigrafista estadounidense Tatiana Proskouriakoff (1909-1985) demostró que ciertos símbolos representaban fechas y que, por tanto, los mayas registraban acontecimientos reales de su pasado. Fue un gran avance, dadas las sutilezas de una lengua que no sólo se escribe con un alfabeto, sino que también utiliza elementos mixtos. El sentido de la lectura, que se adapta en función de la longitud del texto, dificulta aún más la comprensión. Según su última voluntad, las cenizas de Tatiana Proskouriakoff fueron esparcidas en este lugar mítico.

En sentido literal, la literatura guatemalteca -la que nos es inteligible- no empezó a escribirse hasta después de la llegada de los españoles, y comenzó con una figura casi legendaria, Sor Juana de la Concepción, cuya vida fue documentada por Thomas Gage, un misionero inglés del siglo XVII, pero ha sido ampliamente cuestionada hasta hace poco. Se dice que tomó las órdenes sagradas en 1619, a la edad de 21 años. Aunque se benefició de la fortuna de su padre, no llevó una vida de reclusa: al contrario, sus pisos tenían el chic de un palacio barroco donde se reunían los artistas de su época. Sin embargo, se le atribuyen poemas, entre ellos El ángel de los forasteros, sobre su vida en el convento, que le valieron la fama de ser la primera poetisa guatemalteca. Le siguieron Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (1643-1700), que escribió Recordación Florida, una crónica en la que describe, entre otras cosas, la conquista de Guatemala, y, sobre todo, Rafael Landivar (1731-1793), que se ganó el título de Poeta Nacional. Su obra es, sin embargo, fruto de su destierro, ya que se vio obligado a abandonar su país natal siendo sacerdote cuando los jesuitas fueron expulsados de España y de las colonias españolas en 1767. Exiliado en Italia, escribió -¡en latín! - Rusticatio Mexicana, un canto de amor al país en el que nació y al que estaba acostumbrado. Su cuerpo fue repatriado en el siglo XX y ahora descansa en su querida Guatemala, que nunca tuvo ocasión de volver a ver.

De la independencia a la dictadura

Si el siglo XIX terminó con el nacimiento de Antonio José de Irisarri, que se inició política y periodísticamente en Chile y no en Guatemala, y terminó su vida en Nueva York en 1868, donde siguió escribiendo poesía y novelas, el siglo XX comenzó con el nacimiento de José Batres Montúfar (1809-1844). Su corta vida fue un reflejo de los acontecimientos que sacudían entonces a su país, llena de esperanzas y decepciones. Sin embargo, aunque su familia destruyó algunos de sus escritos tras su muerte, los que se conservan lo convierten en el mejor representante guatemalteco del movimiento romántico, con Al Volcán, San Juan y Yo pienso en ti. También se inspiró en las leyendas de su país para escribir cuentos satíricos como Tradiciones de Guatemala y Tres cuentos alegres y picantes escritos en verso. Unos años menor que él, José Milla y Vidaurre heredó el título de padre de la novela guatemalteca. Nació en 1822 en un mundo convulso: el año anterior se había declarado la independencia y la Capitanía General de Guatemala había sido adscrita a México. Al final, Agustín de Iturbide no cumplió su misión y fue derrocado, pero se habían sentado las bases para el desarrollo político de "Pepe Milla", que llegó a ser ministro y embajador. En el campo de la literatura, se especializó más concretamente en la novela histórica, publicando La Hija del Adelantado (1866), ambientada en la época colonial, El libro sin nombre, Los Nazarenos y, sobre todo, El Visitador (1867), que marcó el punto álgido de su carrera literaria y retrató al corsario inglés Francis Drake. Máximo Soto Hall (1871-1944) fue otro novelista influido por él. Este último nació en un país que había vivido de nuevo muchas convulsiones, primero la colonización belga y luego la alemana, la revolución liberal, etc Guatemala estaba ya bajo el yugo de Manuel Estrada Cabrera, que había tomado el poder en un golpe de Estado en 1898 y lo mantuvo autoritariamente hasta 1920, cuando se publicó en Costa Rica, en 1899, con gran éxito y polémica, uno de los libros más famosos de Soto Hall, El Problema, que sigue considerándose la primera novela antiimperialista.

La dictadura era poco propicia a la libertad de expresión, incluso para los escritores residentes en el extranjero, como Enrique Gómez Carrillo, que se había marchado a París con 18 años, en 1891, y cuyo pronunciado gusto por la bohemia le valió la amenaza de que le retiraran la beca si no decidía regresar a Madrid, como así hizo. Este hombre, cuya crítica literaria le había llamado la atención de Rubén Darío durante el breve exilio de éste en Guatemala, continuó sin embargo escribiendo numerosos artículos y libros, al principio retratos de autores(Esquisses) y luego, en la época de la Primera Guerra Mundial, crónicas de guerra. Murió en 1927 en la capital francesa, y su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Père-Lachaise.

También hay que mencionar a Rafael Arévelo Martínez (1884-1975), cuya frágil salud le impidió continuar sus estudios, aunque ello no mermó su precoz talento. Junto con su amigo Jaime Sabartès (1881-1968) -catalán y amigo de Picasso afincado en Guatemala- se convirtió en el líder de la llamada "generación de 1910" de pintores. Sin embargo, Arévalo también publicó cuentos, en la revista Electra y luego en la revista Juan Chapín, de la que fue redactor jefe, entre ellos El hombre que parecía un caballo, un retrato satírico del poeta colombiano Porfirio Barba-Jacob, al que comparaba con un equino, que causó bastante revuelo. Después de 1920, Arévelo pasó a dirigir la Biblioteca Nacional y siguió publicando obras "psicozoológicas" protagonizadas por animales muy humanos(El mundo de los maharachías, Viaje a Ipanda). Por su parte, Jaime Sabartès ingresa en la Alianza Francesa, se convierte en profesor de la Academia de Bellas Artes y organiza exposiciones de arte moderno.

Apertura y abundancia

El siglo XX fue poco más pacífico, oscilando entre periodos de restricción y periodos de apertura. Fue durante uno de estos periodos cuando surgió la "generación de 1920", en la que destacaron Miguel Ángel Asturias (1899-1974), futuro Premio Nobel de Literatura en 1967, y Luis Cardoza y Aragón (1901-1992). Ambos se opusieron a la dictadura y emprendieron carreras como diplomáticos; ambos se apasionaron por la historia de su país, pero ambos se exiliaron; y ambos florecieron en el movimiento de vanguardia -del surrealismo al realismo mágico- componiendo una prosa rica, a veces difícil, a menudo crítica, novelística en el caso del primero, poética en el del segundo. Si bien la obra de Cardoza(Quinta estación, Círculos concéntricos, Tierra de belleza convulsiva, etc.) no ha sido traducida al francés a pesar de los numerosos premios que ha recibido, es posible compensarlo descubriendo la obra de Asturias: Légendes du Guatemala y Poèmes indiens publicados por Gallimard, Monsieur le Président (su novela más incisiva, cuyo tema es un dictador sudamericano, publicada por GF Flammarion), Le Pape vert publicado por Albin Michel, etc

También hay que mencionar a Magdalena Spínola (1896-1991), amiga de la infancia de Miguel Ángel Asturias que, como él, se dedicó a la política, en particular a las cuestiones feministas. Una vida de viajes, conferencias y duelos la llevó a publicar una poesía ardiente (desde El preámbulo de la maestra en 1937 hasta En Vela en 1971) que le valió la posteridad como la "musa guatemalteca" y resonó en la obra de sus colegas, entre ellas Romalia Alarcón Folgar y Elisa Hall de Asturias, nacidas en 1900 y que tuvieron que luchar contra el machismo imperante. La primera escribió una quincena de poemarios, desde Plaquetes, en 1938, hasta El vendedor de trinos, publicado póstumamente en 1976, mientras que la segunda publicó un ensayo sobre el alcoholismo(Madre maya) y dos biografías sobre un colono del siglo XVII(Semilla de Mostaza y Mostaza), de las que se decía que tenían tal mérito literario que ¡tuvo que luchar para demostrar que era la autora! Las mujeres han luchado por hacerse un hueco, pero han dejado su huella en la literatura guatemalteca, como la poetisa Angelina Acuña (1905-2006), Luz Méndez de la Vega (1919-2012), que trabajó para salvaguardar los escritos de sus colegas y fue nombrada miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua, y Margarita Carrera (1929-2018), galardonada con el Premio Miguel Ángel Asturias en 1996 por sus biografías, ensayos y poemas. Lucrecia Méndez, Ana Silvia Monzón y Regina José Galindo(Rage, Éditions des Lisières) continúan en esta línea, combinando activismo, preservación y exploración literaria.

En cuanto a los hombres, Virgilio Rodríguez Macal (1919-1964) establece en Guyacán el vínculo entre la tradición y el mundo contemporáneo, mientras que Augusto Monterroso(Le Mouton noir et autres fables, publicado por la Rue Dorion) es famoso por la calidad de su prosa, aunque no siempre sea muy locuaz, como en su Dinosaurio, que durante mucho tiempo fue la obra de ficción más breve en lengua española(Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí : Cuando despertó, eldinosaurio todavía estaba allí). Aunque los regímenes en el poder no siempre fueron benévolos con los escritores -el dramaturgo Manuel Arce Leal se vio obligado a exiliarse en Francia, el poeta Otto René Castillo fue fusilado en 1967 y su homólogo Roberto Obregón, autor de El aprendíz de profeta, "desapareció" en 1970-, es innegable un renacimiento, sobre todo desde que el muy comprometido Marco Antonio Flores (1937-2013) publicó Los Compañeros en 1976. Nuevos escritores empiezan a darse a conocer más allá de nuestras fronteras, desde el polifacético Rodrigo Rey Rosa, publicado por Gallimard(Manège, Pierres enchantées, Le Matériau humain, Les Sourds) hasta el talentosísimo Eduardo Halfon, publicado por la elegante Table ronde(Deuils, Monastère, Heliotropo 37, Deuils).