Nombres taiwaneses
En la mayoría de los casos, los nombres taiwaneses están formados por 3 caracteres que se traducen en caracteres romanos como 3 palabras (por ejemplo, Tsai Ing-wen). El primero, Tsai, es el apellido, mientras que los otros dos van unidos a la propia persona y pueden considerarse como el nombre de pila, con una connotación más íntima para el último. Pero cuidado, este truco no es sistemático. En algunos casos, el segundo nombre no hace referencia al primero, sino al clan al que pertenece la persona. No cualquier carácter chino puede utilizarse como apellido; existe una lista de 100 apellidos que se remonta a la dinastía Song y que en realidad contiene 408 apellidos y 30 apellidos compuestos. En otras palabras, la falta de elección combinada con una población creciente hace que haya miles de identidades similares. Los nombres más comunes en Taiwán son más o menos los mismos que se encuentran en la provincia de Fujian, en China continental, dado el gran número de inmigrantes procedentes de esa región. Son Hsu, Lin, Su, Ma, Gao, Hu, Zheng, Guo y Xiao. En general, las mujeres casadas conservan su apellido de soltera, mientras que sus hijos adoptan el del marido.
La educación, clave del éxito
Los taiwaneses cultivan un culto al éxito, cuya piedra angular es el trabajo duro. Desde muy pequeños, tras una larga jornada escolar, los niños asisten a cursos de repaso hasta bien entrada la noche. La educación preescolar es optativa, pero el número de niños que asisten a la guardería aumenta constantemente y, lo que es aún más significativo, los padres no dudan en matricular a sus hijos en clases de inglés o música a partir de los cuatro años. Sólo el 10% de los alumnos abandona el sistema escolar tras el número de años exigido. Después del collège, se abren tres vías para los alumnos: el liceo, donde se les prepara para el difícil examen de acceso a la universidad -la culminación de un curso de doce años-, el liceo profesional, donde el curso de tres años conduce a la vida laboral, y por último la escuela técnica, donde la formación técnica y académica dura cinco años. Se trata de un periodo crucial para los niños. No sólo ponen la mira en su futuro profesional, sino que los que eligen la vía tradicional tienen que superar las pruebas de acceso a los mejores liceos y luego tienen la posibilidad de acceder a las mejores universidades. En cuanto a la enseñanza superior, los estudiantes tienen las mismas opciones que en Francia: universidad, escuelas técnicas y profesionales (2 o 3 años) y escuelas de nivel universitario. Los jóvenes titulados se orientan hacia las profesiones de ingeniero, electricista o informático.
La nueva familia taiwanesa
Hasta hace unos años, miembros de una misma familia de tres o cuatro generaciones distintas vivían bajo el mismo techo, en una gran casa compartida. Hoy, la familia se limita al dúo padre-hijo en un piso de pocas habitaciones. No es que el ideal familiar se haya roto, sino que ha evolucionado en consonancia con los cambios de la sociedad. La mayoría de la población vive ahora en ciudades, donde escasean las casas grandes con capacidad para veinte personas. Por tanto, la unidad familiar gira en torno a los hijos más que a los mayores, cuyo respeto sigue muy vivo. En los últimos años, esta despolarización ha dado lugar al culto al niño-rey. La familia sigue siendo el aglutinante de la sociedad china.
La boda
Los taiwaneses han abandonado los tradicionales matrimonios concertados y las costumbres que los acompañaban. Los jóvenes se casan cada vez más tarde, y muchos son solteros a los treinta años. Casi el 40% de los matrimonios acaban en divorcio. Aunque las actitudes han cambiado en gran medida, la llegada de un hijo varón se ve con buenos ojos, ya que puede perpetuar el nombre de la familia y honrar a los antepasados fallecidos. Las uniones entre taiwaneses y chinos continentales son habituales. Los sociólogos hablan incluso de un fenómeno de exogamia; como los hombres no reúnen todas las cualidades de un buen partido para las taiwanesas, recurren a mujeres de regiones menos avanzadas económicamente, como el sudeste asiático o China. Muchos antiguos soldados que llegaron a la isla al final de la guerra civil, en 1949, regresaron a sus pueblos de origen y algunos, a pesar de su edad, se casaron con mujeres chinas. A estos primeros matrimonios interchinos, entre isleños y continentales, siguieron los matrimonios entre empresarios taiwaneses que se habían trasladado a China -el fenómeno de la reubicación- y jóvenes chinas. En total, cada año un tercio de las mujeres casadas con taiwaneses no son de la isla.
Salud
La esperanza de vida de los hombres ha pasado de 53 años en 1951 a más de 75 en la actualidad, y la de las mujeres de 56 a 81 en el mismo periodo. Los avances médicos y los progresos en materia de higiene también han propiciado un descenso significativo de la mortalidad infantil, que ha pasado de 44 por mil nacimientos a 5,35 en el mismo periodo. Desde 1995 existe un programa nacional de cobertura sanitaria, cuyo coste comparten los empresarios, los trabajadores y el Estado. En 1998, más del 50% de los hombres adultos fumaban. Estas alarmantes estadísticas fueron seguidas de impactantes campañas antitabaco. Los cigarrillos están ahora prohibidos en casi todos los lugares públicos, y el número de fumadores ha descendido por debajo del umbral de alarma. El cáncer sigue siendo la principal causa de muerte en la isla, con casi 30.000 fallecimientos al año. Con 5.500 personas infectadas desde 1984 de una población de 23 millones, Taiwán tiene una tasa baja de personas con VIH o SIDA en comparación con otros países asiáticos. Aparte de la medicina convencional, la población sigue confiando en un método ancestral que se ha ganado el respeto de la medicina occidental: la medicina tradicional china. De hecho, no ha perdido ni un ápice de su influencia, con unos 3.300 médicos ejerciendo en la isla y casi 10.000 herboristas cualificados dispensando sus recetas milagrosas.
La cuestión de la paridad
Las políticas de las últimas décadas han conseguido consolidar el lugar de la mujer en el mundo empresarial. En las empresas de más de 30 empleados, las mujeres tienen ahora derecho a dos años de permiso de maternidad no retribuido, y en las de más de 250, debe ponerse una guardería a disposición de los empleados. La ley también aclara el concepto de acoso sexual y otros abusos. Sin embargo, las asociaciones feministas siguen denunciando la desigualdad en la administración y los servicios del Estado, y reclaman la creación de una comisión de control y la introducción de un sistema de discriminación positiva. Taiwán ha experimentado un cambio en la práctica: en 2016, una mujer, Tsai Ing-wen, fue elegida presidenta. Fue un acontecimiento histórico, que demuestra hasta qué punto Taiwán destaca por su modernidad, en una región donde los derechos de la mujer siguen siendo una lucha. En menos de quince años, Taiwán ha pasado de la legislación sobre igualdad de género a la elección de una mujer para el cargo más alto. ¡Un progreso espectacular!
La homosexualidad en vías de reconocimiento
El 29 de junio de 1997, Taipei fue escenario de la primera manifestación gay del mundo chino: 300 personas se reunieron en el Parque de la Paz (2-28 Memorial Peace Park). Lejos de las impresionantes cifras del Orgullo Gay de París, la concentración fue, cuando menos, muy simbólica, dado que la homosexualidad se ha considerado durante mucho tiempo -y se sigue considerando en la China continental- una enfermedad. En Taiwán, los homosexuales afirman ser discriminados en el lugar de trabajo, y la policía militar sólo está dispuesta a reclutar homosexuales desde 2002. Sin embargo, el reconocimiento está en camino, hasta el punto de que Taiwán es ahora uno de los países más progresistas de Asia en la materia. Se han abierto numerosos establecimientos gay-friendly por todo el país, y la escena gay de Taipei es reconocida ahora como una de las más vibrantes del mundo chino. Como prueba de ello, Taiwán fue el primer país de Asia en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2019. El suicidio, el 16 de octubre de 2016, de un francés de 67 años, Jacques Picoux, cuya pareja taiwanesa acababa de morir de cáncer, supuso un auténtico cambio de juego. Profesor francés jubilado, se le había negado toda participación en las decisiones médicas relativas a su pareja, antes de privarle de todos los derechos sobre la vivienda que compartían. La conmoción que causó su muerte en la opinión pública llevó a un diputado del PDP a presentar un proyecto de ley, que fue aprobado tres años después. Un poderoso símbolo en una región que sigue estando muy atrasada en lo que se refiere a los derechos de la comunidad LGBTQ. No obstante, muchas organizaciones no gubernamentales de Taiwán apoyan a las personas LGBTQ, ofreciendo servicios de asesoramiento, recursos educativos y una plataforma para los derechos LGBTQ. Desempeñan un papel clave en la sensibilización y el apoyo a la comunidad. Sin embargo, se sigue trabajando para superar las barreras que aún existen y promover la plena igualdad de todas las personas, independientemente de su orientación sexual.
El culto al trabajo
Bajo el impulso de los japoneses (1895-1945) y el estímulo del gobierno de Chiang Kai-shek, los taiwaneses desarrollaron un verdadero culto al trabajo. Se entregan en cuerpo y alma a su trabajo en detrimento de su vida familiar y su tiempo de ocio. La empresa es parte integrante de la vida de todos, por lo que es impensable no invitar al jefe a celebraciones importantes como su boda, por ejemplo. La jornada laboral media es de nueve horas con una pausa para comer, pero muy poca gente cumple sus horarios. Aún más sorprendente es el hecho de que los empleados no tomen todas sus vacaciones, donando parte de sus derechos a su empresa. El derecho a vacaciones se basa en los años de servicio. En los tres primeros años, los empleados tienen derecho a 7 días de vacaciones, a partir del4º año 14 días, a partir del 7º 21 días y a partir del 10º 28 días.