Un santuario para la vida

La diversidad climática y geográfica de este pequeño país tropical, encajonado entre dos continentes y dos océanos, explica la extraordinaria riqueza de su flora y fauna. Con no menos de 11.000 plantas, 976 especies de aves y 250 de mamíferos, la lista es impresionante Los corales no son una excepción, con 58 variedades registradas en el Atlántico y 18 en el Pacífico. En cuanto a los peces, hay 1.307 especies marinas, 140 de ellas de interés comercial, y 56 especies de agua dulce, una cuarta parte de las cuales son endémicas. Para preservar este patrimonio único, Panamá dio un paso sin precedentes en 2022 al reconocer los derechos de la naturaleza, junto a países como Bolivia, Colombia y Nueva Zelanda. La ley otorga ahora a la naturaleza "el derecho a existir, a persistir y a regenerarse", así como el derecho a ser defendida ante los tribunales. También reconoce el valor de los conocimientos indígenas, esenciales para la conservación de este entorno excepcional.

Flora generosa

País de mares, montañas y llanuras, Panamá ofrece una asombrosa diversidad de entornos naturales, modelados por la altitud y las influencias marítimas. La costa atlántica, bien regada, cuenta con una vegetación exuberante. El Pacífico, más seco, alterna zonas semiáridas con bosques tropicales secos o húmedos. También abundan los manglares. Para las poblaciones amerindias, los árboles y las plantas no sólo dan frutos, sino que también constituyen la base de su medicina tradicional. Para los visitantes, es una oportunidad de probar nuevos sabores y descubrir la riqueza de la flora panameña: desde árboles flamboyanes hasta frutales (plátano, mango, papaya, etc.), caña de azúcar y orquídeas.

Árbol del pan. Estos árboles de tamaño medio, con hojas largas y de color verde intenso (de 30 a 60 cm), se encuentran principalmente en las islas habitadas por Guna Yala. Sus frutos redondos y ovalados son comestibles, cocidos o secos.

Buganvilla. Se trata de una planta trepadora cuyas hojas van del blanco puro al violeta, rosa o amarillo. Si busca la flor, es el puntito amarillo en medio de los colores.

Ceiba. De la familia de las Bombacáceas, puede superar los 40 metros de altura. Su impresionante tronco es palmeado en la base. Es el árbol sagrado de los mayas, que, según la mitología, representa el símbolo del universo, la vía de comunicación entre el mundo subterráneo, el mundo medio, donde vivimos, y el mundo superior.

Flamígero. Este árbol toma su nombre del color de sus flores, que florecen todas al mismo tiempo. Un naranja brillante enmascara por completo las hojas, revelando un ramo flamígero.

Heliconia. Imagine un ramillete de hojas altas de las que emerge un gran tallo, coronado por una espiga amarilla o roja que constituye un depósito de agua ideal para pájaros, insectos y reptiles. Este género comprende más de un centenar de especies, concentradas principalmente en zonas cálidas, húmedas y semisombreadas.

Manglar. Aunque el país alberga la mayor variedad de manglares del continente americano, en la actualidad los manglares sólo cubren 165.000 hectáreas, menos de la mitad que hace medio siglo. El papel ecológico de este ecosistema amenazado pero protegido es considerable: freno de la erosión costera, filtro, refugio y despensa de crustáceos y mamíferos. También son eficaces sumideros de carbono y gases de efecto invernadero.

Noni. Este arbusto, que crece por todo el país, es fácilmente reconocible por su fruto, que tiene forma de óvalo deformado y cuya piel está salpicada de pequeñas manchas marrones. Su color varía del verde al amarillo translúcido, según el grado de madurez. Cuando está maduro, se desprende del arbusto y desprende un olor terrible. Rica en fibra, hierro, vitamina C, calcio y zinc, se consume en zumo (disponible en nuestras tiendas ecológicas).

Orquídeas. Se han registrado más de 1.000 especies en el país. Se pueden admirar silvestres en árboles o en el suelo y en jardines de rocas, pero también son cultivadas por aficionados en fincas especializadas de El Valle, Santa Fe y Cerro Punta. La flor emblemática de Panamá es una orquídea (la flor del Espíritu Santo), parecida a una delicada paloma blanca con las alas extendidas.

Una fauna a eliminar

Ya sea la isla de Coiba, apodada las Galápagos panameñas, o una de las muchas zonas protegidas -tanto terrestres como marinas- que cubren más de un tercio del país, el patio de recreo es tan fascinante para los científicos como para los viajeros. Vayas donde vayas, la vida salvaje nunca está lejos, incluso en medio de los rascacielos de la capital. En pocos minutos se llega al Parque natural metropolitano, un pulmón verde de 265 hectáreas donde se pueden observar guacamayas, monos tití o perezosos... Estos encuentros exigen el cumplimiento de unas normas elementales: no alimentar ni molestar a los animales, no contaminar su entorno y confiar en las competencias de guías o agencias locales responsables. La oferta ecoturística va tomando forma poco a poco, con una amplia gama de excursiones a medida para satisfacer a los naturalistas más exigentes. Tanto si se trata de aumentar la profesionalidad de los guías como de crear recorridos temáticos, los proyectos están muy avanzados. Así que coja sus prismáticos y teleobjetivos, y esté atento al calendario de migraciones de aves, ballenas y tortugas para vivir momentos mágicos