Los comienzos

Decir que la literatura beliceña nació realmente con la independencia no sería, por supuesto, descuidar el mestizaje de la población, que por sí solo rima con patrimonio literario. Las artes (danza, música y tradición oral) del pueblo garífuna -que en su mayoría vive en el país tras una larga y difícil historia- fueron incluidas en 2016 por la UNESCO en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Algunos poetas del país ya escribían mucho antes de 1981, como James Sullivan Martínez, que en la década de 1920 completó la que se considera la primera colección destacada del país: Caribbean Jingles. Poeta autodidacta que nunca asistió a la escuela secundaria, era un experimentador: su escritura criolla era tan sencilla como poderosas las imágenes que evocaban sus versos. Le siguió otro poeta, Raymond Barrow (1920-2006) que, aunque abogado de profesión, no dejó de provocar a la musa, y algunas de sus obras han sido incluidas en antologías internacionales. Su poema más famoso es Amanece un pescador. Nicholas Pollard, cuatro años menor que él y nacido en México de padres beliceños, se inició en la política, convirtiéndose en uno de los miembros fundadores del PUP (Partido Popular Unido) en 1950. También cogió la pluma, que ya no abandonaría hasta el final de su vida, en 2003.

Hombre más discreto, Leo Bradley (1926-2001) ya no escapa a los homenajes que se le rinden. Además de su obra literaria -entre otras, Looking at our Literature, Among my Souvenir y Belizeian Flavor-, ofreció a su país sus conocimientos como bibliotecario, creando un sistema de formación profesional y aumentando el número de servicios para los usuarios. Georges Gabb también fue ampliamente reconocido por su talento como escultor, su obra literaria (poemas y obras de teatro) y su compromiso con la lengua criolla, que incluyó la recopilación de proverbios en Naked Eye. Colville Young continuó esta labor de recopilación de proverbios y, además de sus funciones como Gobernador General de Belice de 1993 a 2021, no ocultó su amor por las artes -escribió óperas, poemas y cuentos- ni su interés por la cultura de su país. Publicó colecciones bilingües inglés-criollo de poemas beliceños(De One Caribbean Corner y Caribbean Corner Calling) y contribuyó al desarrollo de la Universidad. Por último, dos autores marcaron la pauta del giro que iba a dar la literatura a principios de la década de 1980: Felicia O. Hernández y John Alexander Watler. La primera, nacida en Dangriga en 1932 y profesora, vivió en varias partes de Belice antes de trasladarse a Estados Unidos, donde se licenció en escritura creativa. Su primera novela publicada data de 1978(I dont' know you, but I love you), con novelas posteriores a la independencia(These Ridiculous Years en 1982, Narenga en 1983...). John Alexander Watler (1938-2015) se dio a conocer con sus radionovelas, que lo convirtieron en uno de los principales exponentes de la cultura criolla. Inspirándose en el folclore, la historia y los problemas ecológicos, también se subió al escenario, actuando en solitario como un narrador dotado. Más tarde se lanzó a la novela(Cry Among Rainclouds en 2001, Sea Lotto en 2004, etc.)

El punto de inflexión

Sin embargo, fue Beka Lamb la que marcó un punto de inflexión y, sobre todo, un gran avance, ya que se convirtió en la primera novela beliceña en recibir reconocimiento internacional, al ganar el Premio de la Sociedad Fawcett el mismo año de su publicación, en 1982. Hay que decir que en esta primera obra, publicada cuando Zee Edgell rondaba los cuarenta años, esta licenciada en periodismo por la Universidad de Westminster no dudó en abordar temas de gran calado político. Su personaje femenino -que da nombre al libro y sólo tiene 14 años- se enfrenta a pruebas muy reales: la pobreza, la lucha por el derecho a la educación, la discriminación de género... todo ello con el telón de fondo de la lucha por la independencia. Zee Edgell continuó escribiendo, explorando la historia de su país natal y publicando varias novelas más, entre ellas In Time Like These, en 1991, y Time and the River, en 2007. Sin duda sigue siendo la mejor escritora de Belice en la actualidad, a pesar de su fallecimiento en 2020 a la edad de 80 años en Misuri.

Se puede afirmar que Zee Edgell revolucionó la literatura beliceña, y no cabe duda de que allanó el camino a las escritoras. También debemos mencionar al menos a dos escritoras que contribuyeron a la antología Recuerdos, sueños y pesadillas: Corinth Morter-Lewis, nacida en Belize City en 1942, y Myrna Manzanares, fallecida en 2021 a los 75 años. Ambas hicieron importantes contribuciones a la cultura de su país: la primera como presidenta de la universidad de su país y poeta(Heritage: A Poem Read at the First Belize Black Summut, Moments in Time), la segunda como defensora de la igualdad entre los pueblos y ardiente defensora de la lengua criolla. Ha transcrito cuentos populares de tradición oral y compilado un diccionario, mientras que su obra más personal incluye la colección poética Life Lines. Su homólogo masculino, Glenn Godfrey, aunque licenciado en literatura inglesa por Stanford, también se ha interesado por su país, escribiendo obras históricas(Ambergris Caye) y de ficción en paralelo a su carrera política, entre ellas The Sinner's Bossanova, en la que una mujer que se queda embarazada fuera del matrimonio tiene que huir de la venganza de su familia. De origen garifuna, Zoila Ellis Browne también se ha implicado en la lucha por los derechos de las mujeres y los pueblos indígenas, asumiendo diversas responsabilidades tras sus estudios de Derecho. Ha publicado una colección de relatos cortos titulada Héroes, lagartos y pasión, que ha tenido muy buena acogida. Por último, tras un comienzo un tanto caótico, Leroy Young se ha distinguido en el particular género de la poesía dub, una forma poética que se basa en gran medida en la improvisación y que surgió en la comunidad jamaicana a finales de los años setenta. Es sin duda una señal de que la literatura beliceña no ha terminado de reinventarse.