Dirección con terraza que sirve platos colombianos, un menú de carnes y plátanos con hermosos sabores.
Detrás de una fachada bien roja descubrimos un entorno divertido: las muñecas u otros objetos más bien no identificados colgan en el techo, en las estanterías, es más que de empuje. Uno parece estar en una habitación de niños… en verano, en la terraza, sólo hay un inconveniente: la circulación de la calle Saint-Jacques… las camareras son muy agradables, el ambiente distendido y no toma la cabeza. Al chef colombiano le gusta probar los platos de su país, pero también de los países vecinos. A la carta, bonitos sabores como el limón criollo son carne de ternera acompañada de judías negras, plátano macho frito y arroz blanco o un tamal de Guatemala, pastel de pero relleno de buey, pollo y cerdo, cocido a vapor en una hoja de plátano. Hay que descubrir sin moderación.
Pedimos 4 arroz con leche los cuales 28€ los cuales veo una barbaridad 7€ cada uno y además de no saberlos cocinar como tal estaban muy muy salados se lo comentamos a la camarera lo comento en cocina y que al cocinero le parecía bien y aún así nos lo cobraron y nisiquiera los habíamos comido de lo salado que estaba.
Tanto el sitio como el ambiente está muy mal cuidado y muy muy dejado y sucio.
El baño es compartido tanto para hombres y mujeres cosa que no veo para nada normal y tuvimos que hacer cola ya que éramos 4 personas y otra persona que estaba.
No salimos nada nada contentos ni con la comida ni el precio y la atención mucho menos.