CABO NORTE (NORDKAPP)

Al final del acantilado del cabo Norte solía haber un lugar para los sacrificios rituales sami. Hoy solo queda un gran aparcamiento, paso obligado para acceder al centro turístico escondido en el acantilado e inaugurado en 1988. No hay forma de evitar pagar, ya que la carretera está rodeada de barreras. Por lo demás, debe saber que la entrada es válida durante 24 horas. Muchas personas avispadas montan sus tiendas en el parque: una buena manera de pasar el día en un lugar increíble, en un entorno radicalmente diferente, y de ahorrarse una noche de hotel y disfrutar de unas vistas impresionantes del amanecer y el atardecer en el cabo. Sin embargo, tendrá que soportar el incesante ruido de los autocares, que innegablemente quita majestuosidad al lugar. Sea como fuere, hay algo mágico en el lugar porque sabe que está en el punto más septentrional, en el fin de Europa, y ese pensamiento es suficiente. El camino que conduce al cabo Norte tiene mucho que ver con esto. La lentitud del avance, la aridez de los paisajes, todo contribuye a hacer del cabo un lugar excepcional. Si el fin del mundo es fascinante, el camino que lleva a él aún lo es más.

Además de la vista del horizonte azul, la gran estructura turística excavada en los acantilados alberga un moderno complejo de tiendas, cafeterías y restaurantes (donde los precios son asequibles). Hay un pequeño museo consagrado a las primeras personalidades que llegaron a Cabo Norte. El explorador-sacerdote italiano Pietro Negri, en busca del fin del mundo, fue uno de los primeros turistas en visitar el cabo Norte en 1664. En 1873 le siguieron Oscar II, rey de Suecia-Noruega, y Luis Felipe, que había sido expulsado de Francia en 1795 y disfrazado de visitante ordinario. En aquella época, la única forma de acercarse al acantilado del cabo Norte era en barco y luego subir los trescientos metros hasta la cima, ya que la carretera que atraviesa la meseta no se abrió hasta 1956. Esta carretera volverá a abrirse de nuevo y el desafío físico dará acceso a una suntuosa vista de este cabo.
En el interior de la sala se ha instalado un «bar de champán» frente a una bahía panorámica con una magnífica vista del sol de medianoche que dura del 16 de mayo al 28 de julio (cuando no hay niebla). Una pequeña terraza exterior cuelga sobre un precipicio de trescientos metros con vistas al gélido océano Ártico. A menudo, la niebla que surge del océano envuelve la punta del cabo Norte, que entonces parece flotar entre el cielo y el mar. Es el fin del mundo. Visítelo si puede.