MARTYRIUM SAINT-SIMÉON
Cómo llegar y contactar
La visita comienza con una trinchera sombreada que te lleva a la cima de la colina en una amplia terraza.
A la derecha se alza la magnífica fachada del martirium del santo, que evoca las iglesias románicas que florecen en Francia a partir del siglo X. Su bonita piedra dorada y la riqueza de su decoración lo convierten en una obra maestra de arte cristiano. Sus tres bahías desiguales, ricas en decoración, contienen hojas de acanthe que parecen moverse al viento. El visitante atraviesa un nartex, cruza el ala de una primera basílica para llegar al centro del monumento donde se funda la base de la columna en la que se funda San Simeón. Es un amplio cuadrado de 2 m de lado. Una reliquia conmovedora querida en el corazón de los peregrinos que, sin duda, recortan trozos para dispersarlos en todo el mundo. La columna marca el centro del martirium, compuesto por un plan totalmente original de cuatro basílicas formando una cruz. La superficie del conjunto es de 4.000 m ², lo que es considerable. La corte, de forma octogonal, probablemente estaba cubierta por una cúpula que no habría sobrevivido al terremoto de 528. A la derecha, el ala oriental es la más imponente. Su abdomal, flanqueado por dos absidillos, estaba reservado al culto, a las otras alas servidas para la deambulación de la multitud de peregrinos. El ala occidental tiene una terraza de donde las vistas besa el valle de Aafrine, los contrfuertes turcos del Amanus y las montañas Kurd Dag. La torre exterior del martirium permite visitar una capilla mortuaria contra la muralla norte construida por los bizantinos, y sobre todo el magnífico cadete del ala oriental, adornado con dos órdenes de columnas superpuestas que hoy cubren el suelo. Todo el martirium se terminó en torno al 490.
Ligeramente después, el monasterio, a la derecha de la entrada principal, poseía, dispuestos alrededor de un patio, una capilla, edificios monasticos y una hostelería.
Frente al martirium, atravesando la gran explanada, se llega al baptisterio que permitía formalizar las conversiones registradas en los peregrinajes.
El corazón del edificio cuadrado forma un pequeño octogona. Una basílica estaba pegada a su flanco sur.
Un poco al oeste se abre la vía procesonal que permitía a los peregrinos ganar el martirium desde Deir Samaan, su lugar de residencia.
Consejo inteligente: para los amantes de las fotos, la puesta de sol da un bonito aspecto rosa a las ruinas de San Simeón. Sin embargo, hay que velar por que la hora de la puesta de sol sea acorde con la hora de cierre del lugar.
Por último, en primavera se pueden ver las cumbres nevadas situadas en la frontera turca al posicionarse en la terraza occidental. Dos escenas magníficas que no puedes perder cuando es posible.