FORTIFICACIONES
Tras los numerosos ataques e incursiones enemigas, los habitantes de la ciudad decidieron construir fortificaciones que fueran eficaces. Del siglo XIV al XVII, se levantaron gradualmente murallas de piedra alrededor de Brașov (3 km de largo, 12 m de alto), junto con torres de vigilancia y puertas, convirtiéndola en una de las ciudades más fortificadas de Transilvania. La mejor manera de apreciar este sistema defensivo es visitar el bastión mejor conservado, el de los Tejedores (Țesătorilor), construido en 1436. En sus galerías revestidas con paneles de madera se puede visitar un museo, que cuenta con una enorme maqueta de 1896 que representa la Brașov del siglo XVII. Entre los demás vestigios visibles del sistema de defensa, la Poarta Ecaterinei, de 1559, antaño entrada principal de la ciudad, es la única puerta que ha sobrevivido al paso del tiempo. Poarta Șchei, al final de la calle del mismo nombre, se construyó mucho más tarde, en 1827. Al oeste del casco antiguo, a lo largo de la calle După Ziduri (la «Calle Extramuros»), al pie de la colina Warthe, la Torre Negra (Turnul Negru) y la Torre Blanca (Turnul Alb) servían como puestos de observación. No muy lejos se encuentra el bastión Graft, que servía de puente para atravesar el arroyo y también puede visitarse. La construcción de las fortificaciones fue financiada por los gremios sajones, por eso los nombres de los bastiones hacen referencia a los diferentes gremios: bastión de los Pañeros (Postăvarilor), bastión de los Herreros (Fierarilor) o bastión de los Hilanderos (Funarilor), desde donde sale el teleférico a Tâmpa.