Qué ver y hacer Norte

Conocida como «piscina de la reina de Saba», este embalse habría sido lugar de baño para la reina de Saba hace tres mil años. La otra versión es que fue excavada a principios del siglo XV como depósito de agua por el sacerdote Abuna Samuel. Tallado en la roca por un lado y construido por el otro, este embalse, que ha sido rediseñado muchas veces, es el punto de encuentro del gran festival de Timkat.

El camino a Weldiya pasa cerca de Wichale, lugar donde, en 1889, se firmó el tratado italo-etíope conocido como el tratado de Ucciali, por el cual Menelik reconoció el derecho de Italia a ocupar lo que acabaría siendo Eritrea. Pocos años después, Menelik rechazó este tratado, lo que llevó a la invasión italiana de Tigray, la batalla de Adwa y la victoria etíope... Todo ello para volver al statu quo fronterizo de 1889.

La oficina del Parque Nacional en Debark es la primera escala antes de entrar en la zona protegida. Además de expedir permisos, los responsables le proporcionarán toda la información necesaria y contactos útiles para organizar su viaje. Aquí se puede pagar en metálico o con tarjeta de crédito (la máquina funcionaba la última vez que estuvimos allí, pero cuidado con los cortes de electricidad) las entradas al parque, los guías y los gastos varios (para acampar, coches, contratar los servicios de un cocinero, un explorador, mulas, etc.).

La isla Deq, de 5 km de diámetro, es la más grande del lago. En gran medida está cubierta de cultivos y también elabora una importante producción de miel. El lugar 

es poco frecuentado y gracias a ello tiene un poco más de alma. Nerga Selassie es una de las iglesias más ricamente decoradas del lago Tana. El santuario fue construido por la reina Mentewab, regente bajo el reinado de su hijo Iyasu II (1730-1755), representado a los pies de una Virgen con el Niño. Nerga Selassie es 

uno de los más bellos ejemplos de iglesias circulares de estilo gondariano. Entre la iconografía clásica que representa la vida de Jesús y María, se puede ver la escena que representa la lucha de la Iglesia contra las creencias paganas, incluyendo las de los monstruos marinos. Aquí la simboliza un pez que lleva una iglesia a sus espaldas, atravesado por la lanza de un ángel.

Reconstruida en el siglo XIX en el emplazamiento del primer santuario, la iglesia no tiene demasiado interés aparte del pequeño tesoro que conserva. Recibe pocas visitas, excepto por viajeros a los que les falta tiempo y dinero.

La importancia de esta isla no radica en la iglesia rectangular que alberga, que probablemente sea reciente, sino por las leyendas que la rodean y le dan su importancia histórica. Aquí es donde la Sagrada Familia habría residido durante su huida a Egipto, refugiándose aún más al sur. También es donde, según la tradición, el Arca de la Alianza estuvo protegida durante unos ocho o diez siglos antes de llegar a Axum. Los sacerdotes, versados en mitología, pueden mostrar las huellas que han dejado a su paso todos estos distinguidos residentes.

La iglesia del monasterio, situada en un islote, reúne la mayor comunidad monástica del lago (200 miembros). Restaurado en el siglo XIX, el santuario conserva, junto a pinturas contemporáneas, lienzos y pinturas de los siglos XV y XVI, un periodo de gran prosperidad. Pero, sobre todo, también acoge los cuerpos momificados de cuatro gobernantes etíopes, enterrados en sarcófagos de cristal. La explicación de la presencia de los restos de Yekuno Amlak, David I, Zara Yakob, Susenyos y Fasilides, que gobernaron entre 1379 y 1667, sigue estando poco clara. El monasterio se derrumbó y los monjes están actualmente trabajando duro en su reconstrucción. Las momias se pueden ver en un pequeño museo temporal en la cima de la colina. No hay explicaciones en inglés ni en ningún otro idioma, con lo que es mejor llevar un guía de Bahar Dar si se quiere saber más.

La isla monasterio más cercana a Bahar Dar es el hogar de una comunidad de unos cuarenta monjes que viven en un ambiente sereno y boscoso. La iglesia, reconstruida en el siglo XVII, cuenta con una colección de pinturas en mal estado de conservación, pero muy interesantes. En las cercanías, un museo pequeño pero bien organizado exhibe una colección de cruces y manuscritos de gran importancia. Es posible que la biblioteca contenga más de 200. El monje que se encarga de la visita no escatima en explicaciones.

De este período queda una gran sala de banquetes, en parte restaurada tras los daños causados por los bombardeos ingleses, y las cuadras. El castillo de Mentewab, decorado con motivos religiosos, sirve ahora como biblioteca y sala de exposiciones.

«Aquel ante el que se inclina el mundo», como su título indicaba, es considerado el mayor gobernante del periodo gondariano, lo que le valió el nombre de Iyasu el Grande. El doctor Charles Poncet, enviado de Luis XIV que visitó al soberano, describió el esplendor de su corte. Su palacio, decorado con marfil, piedras preciosas y ricos muebles, era considerado el más suntuoso de todos. Arquitectónicamente, la originalidad del edificio rectangular radica en su techo abovedado, cuyos arcos aún se pueden ver. Entre los edificios en ruinas, en los baños turcos cubiertos resistieron incluso los colgadores que una vez llevaron la ropa de estos ostentosos gobernantes.

A 2 km de las tumbas de Kaleb y Gebre Meskel, y tras una breve ascensión, se llega al monasterio fundado por uno de los nueve santos sirios en el siglo VI. Desde allí, una caminata de veinte minutos conduce a la iglesia encaramada en una cima volcánica. La hermosa vista de los alrededores ya vale la caminata.

Desde la necrópolis de los reyes axumitas, que se remonta al siglo VI, se extendió la antigua ciudad. Las cámaras funerarias de estos monarcas, a las que se llega por una escalera, seguramente estuvieron coronadas por un edificio piramidal cubierto con un túmulo.

La tumba del rey Kaleb está compuesta por bloques irregulares ensamblados con la precisión de un rompecabezas y tres salas.

La tumba de Gebr Meskel, su hijo, consta de cinco cámaras funerarias construidas con bloques más regulares donde hay grabados elefantes y varias cruces. Aunque la tumba aún contiene sarcófagos, parece que Gebre Meskel no fue enterrado aquí, sino en el monasterio de Pantaleón, situado a pocos kilómetros, donde se retiró al final de su vida. Según la leyenda, un túnel de más de 180 km conectaría este santuario con Eritrea. La presencia de túneles (no se sabe si numerosos) es una constante de los yacimientos axumitas.

Considerado el edificio más antiguo de Etiopía, el templo de Yeha todavía encierra muchos misterios. Fue renovado en 2017 por un equipo de arqueólogos alemanes. Fechado en el siglo V a. C., el edificio podría ser, según algunos expertos, tres siglos más antiguo y estaría dedicado al dios sabeo Almuqa. Construido en lo que habría sido la capital de la época preaxumita por poblaciones de origen sudarábigo, el santuario, de 18 m de largo y 15 m de ancho, está hecho de mampuesto cuyo ensamblaje no requería el uso de mortero. Para los expertos, esta técnica de construcción es similar a la de los edificios Marib en Yemen.

Las excavaciones del yacimiento del templo, probablemente transformado en iglesia ya en el siglo VI, como lo atestigua la presencia de un baptisterio, han revelado verdaderos tesoros arqueológicos, algunos de los cuales se exhiben en lo que es difícil de describir como un museo a la entrada del sitio.

Además de las ruinas del templo, el recinto fortificado alberga la iglesia dedicada a uno de los nueve santos sirios, Abba Aftse, probablemente reconstruida sobre un primer santuario del siglo VI. El edificio alberga dos bajorrelieves con cabezas de cabra montés, animal sagrado para los sabeos, procedentes de las ruinas del templo vecino, así como importantes tesoros religiosos, entre ellos impresionantes manuscritos.

El monasterio más antiguo de Etiopía está situado en una amba (meseta tabular) de 1000 m de largo por 500 m de ancho de paredes empinadas, que ofrece una vista circular del macizo de Hazemo, con Eritrea al norte y las montañas de Adwa al este. Fundada a principios del siglo VI por Abuna Aregawi, uno de los nueve santos sirios que iniciaron la segunda ola de cristianización del reino, Debre Damo se ha convertido en uno de los mayores centros de cristianismo y monacato del país. 

La pared de 15 m solo se puede escalar con una correa de cuero tirando desde arriba. Esta correa, llamada jende, simboliza la serpiente que según la leyenda elevó a Aregawi a la cima de la meseta por orden de Dios. La amba está ocupada por un pueblo de pequeñas viviendas donde viven unos trescientos monjes, varias cisternas para recoger agua potable, dos iglesias, así como pastos donde se pasea ganado macho procedente de donaciones de peregrinos. El santuario principal, construido por el rey Gebre Meskel en el siglo VI, es de estilo axumita, de piedra y madera con cabezas de mono, y tiene espléndidos techos de madera tallados con motivos geométricos vegetales o animales que evocan el bestiario de la época. En el lado oriental de la meseta se construyó una pequeña iglesia más reciente, donde el santo se retiró para vivir como ermitaño y donde, según la tradición, habría desaparecido de la mirada de los vivos.

Este lugar, que fue refugio de reyes durante los conflictos (Lebna Dengal murió y fue enterrado aquí en el siglo XVI), sigue atrayendo a multitud de peregrinos con motivo de su celebración el 24 de octubre y conserva una gran influencia, aunque el cierre de la frontera con Eritrea le ha hecho perder una parte importante de sus subvenciones.

La iglesia más bella de este complejo también está considerada una de las más antiguas de Tigray, pues data de los siglos X y XI. En la fachada, imponentes pilares parecen soportar el techo natural de roca. Después de una especie de atrio, se accede al santuario a través de dos puertas decoradas con enormes marcos de madera de estilo axumita. El interior, muy amplio (10 x 10 m), revela una magnífica decoración en relieve cuyos frescos no perturban su perfecta disposición.

Desde la iglesia de Mikael Melhaizengi se tardan unos 50 minutos a pie en llegar a este lugar.

Situada a 20 minutos a pie de la iglesia de Petros y Paulos, la iglesia se puede ver en el lado de un peñasco aislado y rodeado de eucaliptos y olivos. El acceso, a través de una puerta extrañamente baja, se abre a un interior tallado en la montaña, cuya decoración está dominada por esculturas simbólicas en la roca y en la cúpula en un estilo complejo y original.

Parcialmente excavada y parcialmente construida, la iglesia parece estar suspendida en el centro de la pared, cuyo ascenso se hace difícil en algunos puntos. El santuario alberga magníficos frescos, en mal estado de conservación desde que el lugar fue abandonado. Un sacerdote local trasladó el tabot a una nueva iglesia, tallada en la roca, entre 1982 y 1996. Para explicar la motivación de su trabajo, Alaka Halefom, el arquitecto, declara que recibió un encargo del arcángel Gabriel.

Nada en la fachada sugiere el refinado interior del santuario, excavado completamente en la roca. El kene malhet (donde suele estar el coro) y las naves del propio santuario se asientan sobre pilares rematados con capiteles, dos de los cuales están unidos por un doble arco sin soporte medio. Las cúpulas y los techos, que culminan a 9 m, están decorados con cruces griegas y los dinteles hacen de ventanas ciegas de estilo axumita. Algunas pinturas recientes completan la decoración. Arquitectónicamente, esta iglesia es sin duda una de las más elaboradas de los santuarios de Tigray. La iglesia está relativamente aislada, a 2 horas de Hawzien o más, dependiendo del estado de la carretera, y hay que esperar que el sacerdote no se ausente...

El acceso a esta iglesia se encuentra oculto entre estrechas paredes talladas en arenisca y se abre a dos puertas, una para hombres y otra para mujeres, coronadas por un gran ventanal. El interior, bastante amplio (10 m de ancho, 13 m de profundidad y 6 m de altura), está sorprendentemente decorado. Las pinturas, extrañamente bien conservadas, presentan un estilo primitivo inusitado en la región. Se dice que la iconografía, que ilustra en particular a Adán y Eva, una Virgen con el Niño, el apóstol san Pablo y varios santos ecuestres de la tradición etíope, está marcada por influencias estilísticas bizantinas y nubias. El conjunto, de colores cálidos, crea una atmósfera muy relajante.

Este santuario hipogeo de varias cavidades, situado cerca de una iglesia más reciente, se excavó en tiempos precristianos antes de convertirse en iglesia. Para los especialistas, su inusual ubicación en la llanura y su pequeño tamaño atestiguan su función original de tumba. También podríamos estar en presencia de un lugar de culto pagano que pueda dar pistas sobre el origen de las iglesias excavadas, pero son solo hipótesis.

Tras la estación de lluvias, no es raro que la cripta se inunde.

Una de las iglesias más espectaculares del país. Un ascenso corto y fácil, con la ayuda de una escalera, conduce a la iglesia, excavada en la roca y tallada por tres lados. Inmediatamente se percibe, con pesar, que las puertas originales se reemplazaron por vulgares paneles de hierro, hasta el extremo incluso de barnizar los hermosos marcos de madera.

Como sugiere la fachada de 17 m de ancho, el interior es amplio, sostenido por grandes pilares cruciformes de 6 m de altura, pero no incluye ninguna pintura. La decoración se limita a una gran cruz griega en el techo y otros motivos geométricos. Una pila bautismal de inmersión delimita el vasto patio frente a la iglesia, que data de una época anterior a la de Lalibela y se utilizaba para tratar a mujeres infértiles y a enfermos. Cerca, las cisternas excavadas a gran profundidad en la roca permiten retener el agua.

Desde la cima de la meseta donde se ubican las cabañas de los monjes es posible admirar granjas con varios edificios fortificados debajo de un hábitat rural muy logrado. Una visita a esta iglesia al final de la tarde permite disfrutar de la luz rasante sobre la fachada del edificio, así como de una magnífica luminosidad en el paisaje circundante.

Del siglo XIV, la iglesia ha sido objeto de varias campañas de restauración. El monumento hipografiado está excavado en forma de cruz y soportado por doce pilares y pilastras. Su techo está ricamente decorado y los rastros visibles de un incendio se atribuyen a los daños causados por el ejército de la misteriosa reina Gudit.

Tallada en arenisca, la iglesia se organiza en torno a una planta de tres naves sostenidas por pilares cruciformes unidos por arcos. El atrio muestra bellas pinturas murales del siglo XV; los techos están tallados con cruces, un motivo que se encuentra también en las entradas laterales. Esta iglesia semimonolítica sufrió daños que habrían sido infligidos por los ejércitos de la reina Gudit en el siglo X. Se dice que esta reina semilegendaria, de origen incierto, asoló el norte de Etiopía provocando un cambio radical en el funcionamiento político. Se han realizado mejoras recientes, como la reparación de los techos, para prevenir filtraciones. Para quienes se dirigen al norte (o al sur) y no piensan visitar otras iglesias de la zona, se recomienda una parada en este santuario. Vale la pena modificar el itinerario para visitarla.

La iglesia no se ve hasta el último momento (quizás de ahí viene su nombre, «Maria escondida»), cerca de un pequeño claustro. Aunque la columnata de la fachada principal es imponente, el interior es oscuro y húmedo, probablemente debido a la pila de agua sagrada que contiene, y no está decorado.

Antes de comenzar la marcha es prudente asegurarse de que el sacerdote acepta la visita, por lo que se suele pedir permiso.

Escondida en un entorno boscoso a 16 km de Abiy Addi en la carretera de Adwa y a pocos minutos a pie de la carretera, la iglesia del monasterio domina un magnífico panorama. Aunque está completamente separada de la roca, la zanja está cubierta de enormes piedras planas, probablemente añadidas más tarde, que crean un túnel artificial. La puerta principal está totalmente pintada y rodeada de cortinas rebosantes de colores, pero desafortunadamente en mal estado de conservación. La iconografía representa la Anunciación protegida por los arcángeles, los tres mártires de Babilonia y, más arriba, la Trinidad y otros personajes más enigmáticos.

El interior de tres naves está bellamente tallado, lo que lleva a algunos especialistas a pensar que el monumento data del siglo XV. Para los sacerdotes, no hay duda de que la iglesia 

es de la época del rey Gebre Meskel, es decir, del siglo VI.

Mekele es uno de los ejes del comercio de sal de Danakil. Para encontrarse con una caravana en el momento de la entrega hay que ir al desierto de Danakil, en el lago Assal, o al mercado de sal de Agulae, a 35 km de Mekele, donde algunos mayoristas compran la carga antes de distribuirla por la ciudad. Un bloque de 4-5 kg de sal se comercializa entre 20 y 25 birrs.

El mercado, que antes solía ser un espacio abierto, se organiza ahora en multitud de pequeños puestos de uralita que le han hecho perder parte de su encanto. El mercado permanente de especias merece una visita. Aunque no haya un día específico para la llegada de los caravaneros, el lunes suele ser el mejor día para cruzarse con ellos.

Si hay una excursión que hacer desde Lalibela, es esta. Se puede llegar a esta pequeña maravilla en taxi o en 4x4. También es posible recorrer los 20 km en mula, o en cinco horas de marcha; la recompensa vale el esfuerzo. En el centro del pueblo de Bilbilla, una señal indica el camino hacia la derecha que 

conduce a una carretera en mal estado. De ahí se llega a un pequeño pueblo donde hay que seguir un camino. Tras una caminata de quince minutos en el corazón de un frondoso bosque, se llega finalmente a la iglesia escondida en el fondo de una cueva, detrás de un muro de hormigón que la protege de las filtraciones.

El santuario de estilo axumita, que data del siglo XII, se atribuye al gobernante Yemrehanna Kristos, predecesor de Lalibela. Construido con materiales importados de Jerusalén, Egipto y Siria, el edificio descansa sobre una base de agua y simbolizaría el Arca de Noé. Cuenta la leyenda que el arcángel Gabriel ayudó en la construcción del santuario en varias ocasiones durante la vida del santo. La fachada bicolor (madera y mampostería revestida) tiene ocho ventanas, todas diferentes, enmarcadas por cabezas de monos que recuerdan a los ocho humanos a bordo del Arca. El interior está ricamente decorado, en particular las maravillosas pinturas multicolores de los techos que simbolizan los siete cielos, donde se exhiben innumerables motivos geométricos, cruces y un bestiario... Del techo de vuelta de cañón, también ricamente pintado, caen los colgantes de oro y piedras preciosas (diamantes según el sacerdote) con los que el soberano quiso decorar el edificio antes de ser reconocido por Dios por su modestia. Los pilares rematados con capiteles esculpidos y policromados, la perfección de los arcos de medio punto y el pavimento ponen la guinda a esta impresionante iglesia. La cueva alberga otro edificio, que podría haber sido la residencia de Yemrehanna Kristos, así como el mausoleo del rey sacerdote, cuya veneración es objeto de muchas peregrinaciones. A medida que los visitantes se adentren en la oscuridad de la cueva, descubrirán los huesos de más de 5700 peregrinos que descansan allí, en el suelo.

La iglesia de los «cuatro animales», en referencia a los cuatro evangelistas, está despejada por tres de sus lados. Fechado en el siglo VI, el templo tiene una decoración de estilo axumita. Cerca, un manantial produce agua sagrada.

Según la leyenda, esta iglesia fue fundada por el rey Yekuno Amlak, restaurador de la dinastía salomónica, en 1270 para hacer gala de su poder; este monumento es un excelente ejemplo de iglesia monolítica. Cavado en toba rosa, el edificio de 20 x 16 m y 10 m de alto está rodeado por veinticuatro pilares que forman una galería que representaría a los ancianos del Apocalipsis y los cuatro pilares interiores que simbolizan a los evangelistas.

La iglesia está decorada con muchos frescos. Uno, en el atrio, representa la parábola de las vírgenes en la que algunas conservaron su aceite para el regreso de Cristo y las otras no; abajo, san Jorge y la tentación de Adán y Eva. A lo largo de la nave hacia la izquierda, se pueden ver las bodas de Caná, los mártires, la Santísima Trinidad, los profetas, el sacrificio de Isaac y la entrada en Jerusalén. En el extremo  

derecho, la huida a Egipto guiada por Gabriel, san Mercurio matando a Galianos, rey que perseguía a los cristianos, así como otras iconografías y un bestiario con un significado más incierto. En los pilares, el profeta Daniel, Dawit y su instrumento musical, y el encuentro de Yekouno Amlak y Takla Haymanot, el monje que desempeñó un papel esencial en la restauración del linaje salomónico antes de convertirse en un santo venerado.

A la izquierda del sanctasanctórum encontramos un túnel, hoy cegado, lleno de emnet, un polvo milagroso usado para ahuyentar a los malos espíritus que los fieles esparcían sobre sus rostros.

El santuario está escondido en la cima del monte Asheton, que domina la ciudad desde su cima rocosa a una altitud de 3200 m. Cerca de la entrada del santuario, una pequeña cueva tallada, parcialmente derrumbada, marca el emplazamiento de una antigua iglesia dedicada a san Miguel.

Accesible a través de un pequeño túnel excavado en la toba, la iglesia, sin obstrucciones en solo tres de sus lados, aparece excavada en la roca gris. Como la mayoría de las otras iglesias, Asheten está encerrado en un andamiaje protector que impide la vista de pájaro desde las paredes superiores. En el patio, una cavidad, el kene malet, se despejó para recibir al coro de deftara. El interior presenta un conjunto heterogéneo de iconos y pinturas de diversas épocas. Probablemente comenzó bajo el reinado de Lalibela, y su sucesor, Nakuto Lab, completó la iglesia. A la izquierda del monumento, una terraza natural ofrece una magnífica panorámica circular. Esta iglesia puede ser un buen punto de partida para una caminata de dos a cuatro días en las montañas de Lasta, con el ascenso de la cercana cumbre de Abuna Yossef.

Situado en una tranquila península, el santuario acoge, en zonas separadas, a una comunidad de unos treinta monjes y otras tantas monjas. Se puede llegar desde Hayk por un camino de tres kilómetros que empieza a la izquierda a la salida del pueblo.

Según la tradición, aquí se fundó una primera iglesia hacia el año 862, en el mismo lugar donde las poblaciones locales honraban el culto a una serpiente pitón con sacrificios de animales. San Kala'e Salama hizo construir el santuario después de poner fin a este rito pagano. Para ello habría convencido a los habitantes de que se convirtieran si lograba matar al monstruo. La leyenda cuenta que hizo desaparecer a la serpiente golpeándola con la cruz. Después hizo construir una iglesia en el lugar donde mató a la serpiente. Aunque este argumento se repite en otros relatos de la fundación de iglesias, la historia se vuelve más precisa a partir del siglo XIII. En 1240 se fundó el monasterio de Istifanos bajo los auspicios de Abba Iyassus Moa, que lo convertiría en uno de los centros de enseñanza monástica más reconocidos del país. Participó activamente en la restauración de la dinastía salomónica a finales del siglo XIII. Takla Haymanot, uno de los santos más venerados de la liturgia ortodoxa, partió de aquí para fundar el monasterio de Debre Libanos, tras años de estudio bajo la dirección de su padre espiritual. Como muchos otros, el monasterio sufrió el saqueo de los ejércitos del Gragn en el siglo XVI.

No muy lejos de la iglesia, una pequeña cabaña que hace de museo alberga preciosos manuscritos, la piedra del sacrificio que habría recibido ofrendas paganas, así como pesadas piedras en forma de cruz que los monjes llevaron como signo de abnegación durante las largas oraciones.

Un desvío a las orillas del lago (hayk en amárico), rodeado de fértiles colinas y cactus gigantes —la opuntia es muy común en la región— es una parada ideal para un pícnic y un buen punto de observación de aves. A orillas del lago hay algunos cafés (la oferta es muy limitada), que representan buenos puestos de observación, sobre todo para ver a los pescadores en equilibrio sobre sus barcos de papiro.

El monasterio de Gishen es, junto con Dabra Damo, uno de los monasterios más venerados de Etiopía. Fundado, según la leyenda, en el siglo V bajo el reinado de Khaleb, es conocido por las reliquias que contiene. Según la tradición, en el siglo XIV, bajo el reinado de Dawit (1379-1413), llegaron importantes reliquias a Etiopía, entre ellas un fragmento de la Vera Cruz, probablemente de Constantinopla, a donde la emperatriz Elena la había llevado desde Jerusalén. En esa época, en la ciudad se celebraba una fiesta en honor de la cruz, que está, probablemente, en el origen del festival etíope de Meskal, que atrae a miles de peregrinos cada año.

Durante mucho tiempo, el rey Zara Yaqob (1434-1468), hijo de Dawit, buscó el lugar ideal para guardar los preciosos objetos y finalmente eligió la amba (meseta tabular) de Gishen, escogida por su topografía cruciforme. Encerrado en cuatro cajas sucesivas de hierro, bronce, plata y oro, el fragmento de la cruz reposa, hoy en día, en un pozo de veinte metros de profundidad, oculto a la vista, bajo la iglesia de Egziaber Ab. Este mito es, junto con el Arca de la Alianza, el segundo gran enigma de las posesiones sagradas reivindicadas por la Iglesia etíope. La belleza del lugar y la forma original de la meseta de Gishen, flanqueada por cuatro santuarios, tres de los cuales están erigidos simbólicamente al norte, al sur y al oeste, según la distribución de las puertas en las iglesias etíopes, hacen que la excursión valga la pena.

Ubicado en un saliente poco después de la entrada de la ciudad, el museo se encuentra en una antigua residencia de interesante arquitectura, construida por los italianos durante la ocupación. Además de las colecciones de instrumentos musicales, artesanía tradicional y objetos religiosos, el lugar es interesante por la hermosa vista que ofrece de la ciudad y del antiguo palacio del ras Mikael, fundador de la ciudad a finales del siglo XIX, que se encuentra en la colina de enfrente (cerrado al público).

Debido a la falta de visitantes, el museo parece abrir según la voluntad de su director, que siempre anda cerca. Si tenemos paciencia, nos vendrá a buscar.

El de los lunes es uno de los mercados más famosos de Etiopía, que ha dado nombre a una escala pentatónica y a muchas canciones. Bati es un nombre mágico, evocador de mil olores, un encuentro inmemorial de los diferentes pueblos —afar, oromo y amhara— de las tierras bajas donde serpentea el río Awash o las altas mesetas de Wollo y Choa. Bati es una Wenna Dega, lo que significa una altitud media, y la temperatura es muy suave. En realidad, el mercado se compone de tres mercados muy diferentes: el mercado de cereales (tef, cebada, trigo y avena entre otros), el mercado de ganado (ovejas, cabras, cebúes, camellos y asnos) y el mercado del público en general donde se pueden encontrar extraordinarias variedades de miel, muy buena mantequilla, incienso natural barato, ropa de algodón tejida y bordada, bonitos taparrabos de colores, bonitas joyas artesanales, cuchillos de tamaños imponentes y de alta calidad con estuches de piel de cabra, tallados en forjas improvisadas, arcillas medicinales reservadas a las mujeres, tomates verdes, cebollas rojas, mesob de cestería con tapas para presentar platos, cestas y diferentes tipos de alcohol de miel o kosso, así como todo tipo de cosas y, por supuesto, una gran cantidad de coloridas baratijas apiladas bajo toldos para protegerlas del sol.

Antes de las diez de la mañana, hace menos calor y hay menos gente, ya que muchos caminan más de cinco horas para llegar al mercado. A los nómadas se les pide que dejen su kalashnikov en casa, cosa que hacen. No hay problemas de seguridad, pero es aconsejable ir acompañado por una persona local o un traductor amable, ya que puede ayudar a sacar fotos, por ejemplo, o negociar precios decentes, incluso si esto significa comprar más cosas por un precio más bajo.

Cuando se cierra un trato, se estrecha la mano del comerciante y se dice gezo. Hay joyas tanto de níquel como de plata, así como bonitas monedas con la efigie de María Teresa de Austria, que a menudo forman colgantes.

Al final del mercado, cuando el calor es sofocante, se puede ver a los hombres saciando su sed con tella (una cerveza tradicional bastante ligera) y, con un poco de suerte, un azmari vendrá con su esposa y su instrumento. También se puede comprar mucho khat y ofrecérselo a los amigos etíopes.