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Hábitat amerindio

Los pueblos amerindios han dejado un patrimonio arquitectónico único en la Guayana Francesa: el carbet, cuyo nombre significa "cabaña grande". Es un refugio cubierto, pero sin paredes ni tabiques, lo que garantiza la protección y la ventilación. La estructura original está hecha enteramente de materiales vegetales: madera para el armazón, hojas de palma tejidas para el techo. En las estructuras sencillas, los pilares que sostienen el conjunto sirven para sujetar las hamacas, los habitantes nunca duermen en el suelo. En este caso, la cocina y las dependencias tienen su propio cartabón ligeramente separado. En el caso de las estructuras de dos pisos, donde el suelo es de troncos de palmera, la cocina está en la planta baja y el dormitorio en el primer piso. Otros camarotes tienen diferentes funciones (sala de ducha, talleres...). En Awala-Yalimapo se pueden ver ejemplos muy bellos. La carabela es también un lugar de acogida. Este es el caso, en particular, de los tukusipan o carros comunitarios de los wayana. El más impresionante es el Tukusipan Taluen con su maluwana o cabaña del cielo, un disco de madera cubierto de pinturas alegóricas, colocado en la cima de este carbohidrato de 7 m de altura. Hoy en día, este patrimonio ancestral se perpetúa gracias a la construcción de nuevos pueblos y a la utilización de carbetas como estructuras de acogida para el turismo sostenible.

La herencia colonial

La Guayana ha sido durante mucho tiempo objeto de codicia y tensión... los restos del Fuerte Cépérou o la impresionante silueta de ladrillo y basalto del Fuerte Diamant son prueba de ello. Al mismo tiempo, las ciudades coloniales se desarrollaron según un urbanismo que privilegia las calles anchas, los espacios verdes y las plazas alrededor de las cuales se levantan los grandes edificios administrativos, mezclando las líneas clásicas y el ingenio criollo. Cayena es un buen ejemplo con su plaza de los Palmistas, sus jardines públicos y su Ayuntamiento. Tanto si se trata de modestas cabañas como de residencias más opulentas, las casas criollas tienen características comunes: un zócalo de ladrillos para protegerse de la humedad, un tejado saliente para protegerse de la lluvia, una planta sencilla con habitaciones dispuestas en fila o en torno a un pasillo, aberturas en forma de persianas y contraventanas, la presencia de una galería abierta que rodea toda la casa y elementos decorativos de madera (mantos, frisos...). También se reconocen por sus fachadas de colores, a veces con hermosos balcones de hierro forjado. La Maison Bleue de Saint-Laurent-du-Maroni o la Maison Thémire de Cayena son buenos ejemplos, al igual que las casas de madera de Saül. Las mansiones, que también mezclan el rigor clásico y la riqueza criolla, se asoman a las viviendas, vastos complejos agrícolas o industriales basados enteramente en la esclavitud. Las viviendas de Loyola y Vidal-Mondelice permiten descubrir tanto las proezas de ingeniería desarrolladas (fraguas, molinos, salas de calderas, acueductos, etc.) como la realidad de la vida cotidiana con las "chozas de negros", viviendas sumarias para los esclavos, capillas -a menudo de madera-, cocinas y hospitales. Al mismo tiempo, en la Guayana Francesa se desarrolló una arquitectura única, la de los Bushinenge, los esclavos cimarrones. Entre las influencias africanas, amerindias y europeas, crearon un hábitat colorido. Los alukus son conocidos por sus pequeñas casas construidas sobre un suelo elevado y protegidas por un impresionante tejado en forma de V invertida. Cuando están en un nivel, estas casas no tienen paredes, el techo baja hasta el suelo. Construidas con madera y palma, estas casas están ricamente decoradas, especialmente en el frontón, que está decorado con los colores del kopo futu tembé, una combinación de formas geométricas entrelazadas pintadas y talladas. En Apatou y Papaïchtonse pueden ver ejemplos muy bellos.

La sombra de la prisión

Los numerosos "campos" abandonados ilustran la dificultad de convivir con este pasado de doble cara, como lo demuestra el desarrollo de Saint-Laurent-du-Maroni, con un lado el "barrio oficial" que Albert Londres apodó el "Pequeño París" y el otro el "barrio penitenciario". Las calles de la primera son amplias y arboladas y cuentan con un ingenioso sistema de canalones de ladrillo, mientras que los edificios que las recorren están protegidos por abundantes jardines cerrados. También se diseñaron cabañas y pabellones estandarizados para alojar a los funcionarios. Un aspecto limpio y pulcro que contrasta con la austeridad del segundo, el Campo de la Transportación, construido como cuartel militar. Paralelamente a esta arquitectura carcelaria, se desarrolló una "arquitectura de los condenados". De hecho, estos hombres, utilizados como peones, pudieron dejar su huella en muchos de los edificios que ayudaron a construir. La iglesia de Saint-Joseph de Iracoubo fue decorada en su totalidad por Pierre Huguet, un convicto cuyo magnífico fresco se considera una obra maestra del arte ingenuo, mientras que la<a href="etbspf_id:350676" title="CHAPEL DE L'ÎLE ROYALE"> Capilla de la Isla Real</a> debe su revestimiento al convicto Francis Lagrange. Y fíjate bien en los ladrillos de los edificios... fabricados localmente por la administración de la prisión (de ahí el sello de AP), muchos de ellos fueron firmados por estos presos de los confines de la tierra.

Mirando al futuro

Desde los años 2000, la Guayana Francesa ha multiplicado las campañas de rehabilitación de sus sitios patrimoniales: las casas criollas de Cayena, la colonia penal de Ile du Salut, el antiguo lazareto de Acarouany. Al mismo tiempo, los arquitectos recurren cada vez más a la arquitectura bioclimática para combatir las estructuras de hormigón estandarizadas. El gran símbolo de este renacimiento es la Casa de las Culturas y las Memorias de la Guayana Francesa, en Cayena, que se divide en dos conjuntos: por un lado, el Hospital Jean Martial, una obra maestra criolla, que se ha rehabilitado por completo para convertirse en museo; y por otro, el centro de archivos diseñado por la agencia D3 Architects. Inspirado en el cartabón amerindio, consta de un monolito con una doble piel de hormigón para proteger los archivos, rodeado de zonas de recepción (¡la sala de lectura se inauguró en octubre de 2020!), estando el conjunto cubierto por una envoltura protectora de listones de madera horizontales. ¡Asombroso!