Controversia y formalización

Antes de que en 1945 se estandarizara y oficializara la lengua macedonia, en siglos anteriores se produjeron debates que continúan hoy en día. Por ejemplo, ¿en qué lengua escribían los poetas nacidos en las ciudades que hoy forman parte de la actual Macedonia del Norte? Algunos dicen que en búlgaro, mientras que otros afirman que en macedonio. Estas diferencias, que tienen tanto que ver con la lingüística como con el nacionalismo, no pueden resolverse aquí. Sólo podemos mencionar a tres autores cuya obra alimentó esta polémica: el sacerdote Joachim Kartchovski (c. 1750-1820), cuyos textos escritos en lengua popular eran portadores de su fe, Kiril Peïtchinovitch (c. 1770-1845), que utilizó el dialecto de su región natal, Polog, para sus libros, también religiosos, y Partenija Zografski (1818-1876), que se convirtió en folclorista y filóloga. La tradición oral inspiró después los trabajos de Dimitar Miladinov (1810-1862) y su hermano Konstantin (1830-1862): recopilaron más de seiscientas canciones populares, que se publicaron en una colección en 1861 en Zagreb. Aunque afirmaban ser búlgaros -y su actitud les trajo problemas con el gobierno otomano, preocupado por su sesgo panslavo-, lo cierto es que eran originarios de Struga, actualmente en Macedonia del Norte. A primera vista, el perfil de Krste Petkov Misirkov (1874-1926) no parece plantear este tipo de cuestiones sobre la identidad, ya que trabajó desde principios del siglo XX para establecer una lengua macedonia normalizada. Sin embargo, sus virajes políticos siguen motivando a sus detractores, aunque algunos le hayan proclamado sin vacilar el padre del macedonio literario moderno. El consenso parece haberse alcanzado finalmente con Kotcho Ratsin, nacido Kosta Apostoi Solev en 1908, que ha heredado el título de padre de la literatura macedonia. Su obra está claramente delineada: primero escribió en serbocroata y búlgaro, y luego añadió el macedonio a la lista en 1936. En esta última lengua escribió tres años más tarde Aubes blanches, que le valió gran renombre en toda Yugoslavia, y especialmente en la Macedonia de Pirin, una región que puede estar en Bulgaria pero donde se habla la misma lengua que en Macedonia del Norte. Sin embargo, según Venko Markovski, que publicó Narodni Bigori en 1938, aunque más tarde utilizó el búlgaro, el conflicto no había terminado: hasta la víspera de su muerte, en 1988, dudó sobre sus raíces. Aún más trágico fue el destino de Kolé Nedelkovski, miembro del Círculo Literario Macedonio fundado en Sofía en 1938, que tuvo que huir a causa de sus poemas revolucionarios escritos en dialecto de Skopje y perdió la vida a los 28 años durante este precipitado exilio.

Tras la Segunda Guerra Mundial, con la proclamación de la República Socialista de Macedonia, el reconocimiento oficial del macedonio como lengua literaria fue una oportunidad para zanjar diferencias y coincidió con el nacimiento de una literatura macedonia que soñaba con definirse como tal, como demuestra la creación -¡ya en 1947! - de la primera Asociación de Escritores del país. Por supuesto, esto no estuvo exento de problemas, y la "neutralidad lingüística" de Blaze Koneski, que estandarizó la lengua macedonia, fue a su vez cuestionada. No obstante, se le sigue considerando el líder de la primera generación de escritores y ha recibido numerosos premios por sus numerosas colecciones de poesía. La poesía fue el género preferido de pioneros como Vlado Maleski (1919-1984), más conocido por escribir la letra del himno nacional Denes nad Makedonija, Aco Sopov, descubierto en francés por Actes Sud(Anthologie personnelle : 1950-1980), o Gane Todorovski, ilustre académico de la MANU (Academia de Ciencias y Artes de Macedonia) y presidente de las no menos prestigiosas Soirées de poésie de Struga, festival de renombre internacional. Su contemporáneo, Slavko Janesvski, nacido en 1920 en Skopje, se distinguió en todas las artes literarias, pero es más conocido por haber escrito la primera novela en macedonio estándar, La aldea tras los siete fresnos, publicada en 1952, la primera de muchas obras.

Moderno y contemporáneo

La encarnación de la segunda generación de escritores macedonios es sin duda Mateja Matevski, aunque nació en Estambul en 1929 en el seno de una familia albanesa. Tras estudiar y enseñar en Skopje, se convirtió en periodista y redactor jefe de la revista Mlada literatura. En la segunda mitad del siglo XX, la literatura dio un giro y se hizo en cierto modo más "profesional", objeto de jóvenes licenciados que le aportaron una nueva complejidad, a veces inclinada hacia el surrealismo. La importante obra de Matevski -una treintena de libros, de los que sólo Naissance de la tragédie ha tenido el honor de ser traducida al francés- le sitúa en la cima de este nuevo auge, pero podríamos situar a su lado a Vlada Urosević(Ma Ccusine Émilie publicada por L'Âge d'homme, Une autre ville publicada por Temps des Cerises éditions), Petre M. Andreevski, célebre por su novela histórica Pirej y su colección poética Denicija, Zivko Čingo, cuya La Grande Eau ha sido reeditada por Nouvel Attila y cuyos cuentos se recogen bajo el título Paskvelija en Non Lieu... Sin embargo, el autor que más ha influido en nuestra lengua es Luan Starova (1941-2022), que fue embajador (sobre todo en París) y tuvo la particularidad de escribir tanto en macedonio como en albanés. Fayard sigue ofreciendo sus novelas en impresión bajo demanda(Le Temps des chèvres, Les Livres de mon père, Le Musée de l'athéisme), mientras que su poesía está en buenas manos con Écrits des Forges(Poèmes de Carthage) y Editions des Syrtes(Le Chemin des anguilles).

Mientras que el arte poético -teorizado por Katica Kulavkova en sus tesis universitarias- ha conservado su primacía, el teatro ha pasado a primer plano gracias a varios dramaturgos como Kole Časule (1921-2009), Tome Arsovski (1928-2007) y, más cerca, Goran Stefanovski(Elogio de lo contrario, ¿El demonio de Debarmaalo?) y Jordan Plevnes (Erigon, La Peau des autres...), ambos nacidos en los años 50, y Venko Andonovski(Cunégonde en Carlaland), su hermano menor. Gracias a la excelente labor de editoriales como L'Espace d'un instant, el escenario teatral se ha convertido en el lugar ideal para presentar al mundo la literatura macedonia. Una nueva generación de escritores macedonios, nacida en los años setenta, empieza a darse a conocer más allá de las fronteras del país, siguiendo los pasos de Lidija Dimkovska(Comment c'est, publicado por Al Manar), Nikola Madzirov, Goce Smilevski(La Liste de Freud, 10-18), Slavo Koviloski, Rumena Buzarovska(Mon cher mari, Gallimard), Petar Andonovski (La Peur des barbares, publicado por Glassroots) y Nenad Joldeski, ambos galardonados con el Premio Europeo de Literatura, así como el más joven, Stefan Markovski.