Guerras e identidad

Los cientos de petroglifos que aún adornan el yacimiento de Hueco Tanks, cerca de El Paso, recuerdan que los primeros habitantes fueron amerindios. Habían ocupado el territorio durante miles de años, mucho antes de que Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1488-1559) participara en la expedición dirigida por Pániflo de Narváez en 1519, que relató en Relation de voyage: 1527-1537, traducida por Actes Sud en 2008 pero ya agotada. Los inicios de la literatura tejana fueron, por tanto, obra de visitantes extranjeros, tanto portugueses, como el misionero Alonso de Benavides, que se convirtió en etnólogo(Memorial, 1630), como estadounidenses, como Mary Austin Holley (1784-1846), que se convirtió en novelista y publicó Texas en 1833, la primera novela histórica ambientada en la región que había visitado en numerosas ocasiones. Pero en el siglo XIX, los acontecimientos estaban revueltos, y fue la actualidad la que inspiró al mexicano José Enrique de la Peña (1807-1840) para escribir un libro sobre el asedio del fuerte Álamo, que fue desprestigiado porque rayaba la imagen de Davy Crockett, de quien dijo que se rindió en lugar de precipitarse a la muerte heroica que generalmente se le atribuye. El periodista George Wilkins Kendall (1809-1867) se anotó un éxito conNarrative of an Expedition Across the Great Southwestern Prairies, from Texas to Santa Fé (1844), John Crittenden Duval (1816-1897) fue proclamado "padre de la literatura tejana" con Early Times in Texas (publicado como folletín en Burke's Weekly en 1867 y luego como volumen en 1892), en el que relata cómo sobrevivió a la batalla de Goliade en 1836 entre el ejército mexicano y el de la efímera República de Texas. La República de Texas no sería un hito: en 1845, Texas se convirtió en un estado de Estados Unidos. Pero el siglo no acabó ahí, y a la Guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848) siguió la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), en la que Texas apoyó activamente a los confederados. Amelia Huddleston Barr publicó Remember the Alamo en 1888, un tema que también inspiró Inez, a Tale of the Alamo de Augusta Evans Wilson, antes de confirmar su postura tradicionalista con Macaria (1863), un libro sobre la Guerra Civil que fue adulado en el Sur y quemado en el Norte.

¿Fue decisiva la visita del poeta Sidney Lanier (1842-1881) a Texas? En cualquier caso, fue una señal de que el viento estaba cambiando a medida que el siglo se acercaba a su fin: los valores nacionalistas estaban dando paso a una búsqueda de identidad, y el lirismo que desplegó al evocar los paisajes fue una señal de que esto se haría en plena comunión con la naturaleza. John Armoy Knox también se trasladó a la región, donde cofundó el periódico Texas Siftings con Alexander E. Sweet. Juntos escribieron On A Mexican Mustang Though Texas, from the Gulf to the Rio Grande, el primero de otra figura mítica de la literatura tejana, el vaquero. Charlie Siringo, nacido en el condado de Matagorda en 1855, no sólo soñaba con una vida de libertad y amplios espacios abiertos, sino que hizo de ello su profesión, de ahí el enorme éxito de su autobiografía A Texas Cow Boy or Fifteen Years on the Hurricane Deck of a Spanish Pony (1885). Posteriormente escribió otras memorias, A History of Billy the Kid, basadas directamente en su conversión en detective privado, por no decir cazarrecompensas. Andy Adams (1859-1935) frenó la fantasía del Salvaje Oeste con su novela muy realista The Log of a Cowboy (1903), que sigue siendo muy popular hoy en día. Herman Lehmann, por su parte, impuso su verdad sobre los pueblos aborígenes en Neuf ans chez les Indiens (Nueve años con los indios), publicada en 1899 y traducida por Séguier en 2021. En la misma línea de realidad, J. Frank Dobie (1888-1964) se interesó por el folclore y la vida rural de su Estado natal en numerosos artículos de prensa y otras obras de mayor enjundia.

De la realidad a la ficción

El siglo XX no fue menos atormentado, pero los dramas se estaban representando a escala internacional, y la literatura tejana se abrió a esta nueva conciencia y trascendió las fronteras, volcándose también en la ficción. La obra de Katherine Anne Porter se sitúa en la encrucijada de estas dos tendencias, y aunque perpetúa la tradición literaria del Sur de Estados Unidos, su universalidad le ha valido el Premio Pulitzer, el National Book Award y tres nominaciones al Premio Nobel. Nacida en Indian Creek en 1890, entró en contacto con el mundo real a una edad muy temprana: huérfana de madre, víctima de la violencia a manos de su primer marido, pronto militante a favor de la revolución mexicana y luego de dos anarquistas italianos, Sacco y Vanzetti, tuvo también un roce con la muerte y finalmente fue testigo del ascenso del nazismo en Berlín en los años treinta (cf. La Tour penchée, publicado por Ombres), al mismo tiempo que comenzaba a escribir ficción con su primera colección de relatos(Flowering Judas and Other Stories), que ya fue un gran éxito. De su experiencia personal -un crucero de Vera Cruz a Alemania en 1931- sacó la inspiración para su única novela, La Nef des fous (Puntos), que fue aclamada cuando Stanley Kramer la llevó al cine en 1965, sólo tres años después de su publicación. Mujer libre e independiente, dedicó el final de su carrera a la enseñanza y murió a la honorable edad de 90 años en Maryland.

Ahora que la ficción había tomado el relevo, la literatura se aventuró en nuevos géneros, desde la novela policíaca para Edward Anderson(Tous des voleurs, Il ne pleuvra pas toujours, Des voleurs comme nous... a la fantasía con Robert Ervin Howard (ciclo Conan, a descubrir en Livre de Poche), mientras que William Goyen (Trinity, 1915-Los Ángeles, 1983) se lanza a explotarlos con sus libros inclasificables que ahondan en temas tan complejos como la familia, el tiempo, la sexualidad y la soledad. Goyen fue comparado de buen grado con Faulkner, aunque temía ser encasillado, y tuvo más éxito a nuestro lado del Atlántico que al suyo. Le siguen leyendo con gran interés Grasset(Savannah), Gallimard(La Maison d'Haleine), Joëlle Losfeld(À moitié Caïn) y Actes Sud(Six femmes). Patricia Highsmith, la más joven por pocos años, se mantuvo fiel a su género favorito, que le reportó el éxito internacional. A lo largo de su vida, que terminó en Suiza en 1995, escribió más de treinta novelas de suspense, todas ellas traducidas al francés por Calmann-Lévy. Su primera novela, L'Inconnu du Nord-Express, ha sido adaptada varias veces al cine, al igual que su serie basada en el personaje central Tom Ripley(Sur les pas de Ripley, Ripley et les ombres, Le Talentueux monsieur Ripley...), un buscavidas y a veces incluso un asesino, no exento del humor negro querido por su creadora.

La novela realista

En 1965, John Edward Williams tenía 43 años cuando publicó su primera novela, Stoner (J'ai lu), la historia de un joven que abandona su granja natal en el siglo XIX para estudiar. Su familia nunca le perdonaría su éxito, ni el hecho de que fuera incapaz de regresar una vez que el mundo de las ideas se había abierto ante él. Augusto (publicado por Piraña) es otro conflicto familiar, esta vez ambientado en la antigua Roma. Las luchas de los herederos de Julio César le valieron al escritor el National Book Award en 1973. Al mismo tiempo, William Humphrey empezó a publicar novelas psicológicas (Gallimard: Les Liens du sang, Plus loin du ciel, Otages du destin...). Ya no era el momento de enfrentar la fantasía a la verdad, sino de explorar la veta realista. John Rechy, nacido en El Paso en 1931, ofreció a los estadounidenses una nueva visión de la juventud a principios de los años sesenta con su novela La ciudad de la noche (Gallimard). En Números, traducida en 2018 por la editora Laurence Viallet, seguirá explorando y contando la historia entre bastidores. Cormac McCarthy, que no nació en Texas pero se trasladó allí, ha llevado el ultrarrealismo a un nuevo nivel, adoptando el estilo "gótico sureño", en el que la inquietante oscuridad del paisaje sólo es igualada por la negrura del alma. Tras cuatro títulos - Le Gardier du verger, L'Obscurité du dehors, Un enfant de dieu, Suttree - se pasó al western(Méridien de Sang, De si jolis chevaux...), conservando su estilo característico, eminentemente literario pero perfectamente fluido. Sin embargo, fue su novela postapocalíptica La carretera la que le valió el Premio Pulitzer. Toda su obra está publicada en francés por L'Olivier, y en 2023 se producirá un esperado reencuentro con dos opus: Le Passager y Stella Maris. Igual de oscuras, las novelas de James Lee Burke suelen encuadrarse en el género policíaco, con algunas protagonizadas por el héroe recurrente, el sheriff Dave Robicheaux, que aparece en La lluvia de neón, New Iberia blues, Black cherry blues, Prisioneros del cielo, etc Aunque Burke nació en Houston en 1936, se crió en parte en Luisiana, donde ambientó la mayoría de sus libros, pero también es posible descubrir su visión de su estado natal en Déposer glaive et bouclier y Dieux de la pluie, por ejemplo.

La literatura tejana es sin duda fértil, prueba si hiciera falta de una generación cuya obra ha sido, entre otras cosas, reeditada en nuestra lengua por Gallmeister. Podríamos mencionar a Larry McMurtry (1936-2021), más conocido por su serie ganadora del Premio Pulitzer Lonesome Dove, una serie de westerns puros en los que los lectores pueden conocer a Woodrow Call, capitán de los Rangers de Texas, Buffalo Hump, jefe comanche y Joey Garza, mafioso mexicano. James Crumley (1939-2008), igualmente entusiasta, interpretó a detectives privados enfrentados a sus propios demonios y a los excesos de la sociedad americana(El campo final, La danza del oso, Huellas falsas...). Rick Bass también es una figura clave, oscilando entre ensayos de "escritura de la naturaleza" como The Book of Yaak y The Last Grizzly Bear, disponibles en Gallmeister, y una obra más ficticia, aún dedicada a lo salvaje, publicada por Bourgois(Colter, The River in Winter, In the Loyalty Mountains...). Por último, Bruce Machart es sin duda un autor a seguir, lo que era de esperar dado el éxito de su primer libro, Le Sillage de l'oubli (La estela del olvido), en el que un tejano de finales del siglo XIX se entrega a la rabia y a la competición para sobrevivir a la muerte de su esposa, fallecida en el parto mientras daba a luz a su cuarto hijo. En 2022 se tradujo su recopilación Des hommes en devenir (Hombres en construcción), una colección de relatos cortos basados de nuevo en el dolor y la desesperación.