Baratos / Chollos
Bole es un barrio bastante caro para los clubes de moda, con precios de las bebidas alcohólicas equivalentes a los de un bar parisino (pero no un club parisino, así que no pasa nada). Si quiere hacer como los etíopes, vaya de discoteca en discoteca: les encanta ir de un sitio a otro toda la noche, ¡y le recomendamos que haga lo mismo! La entrada es gratuita, así que podrás ir probando diferentes ambientes a lo largo de la noche.
A reservar
Si quieres estar bien situado durante un concierto de ethiojazz o ethiogroove, te aconsejamos que reserves mesa, por ejemplo en el club de jazz Mulatu Astatke, en el hotel Ghion o en uno de los nuevos locales de moda donde se programan conciertos casi todas las noches. Así no llegará demasiado pronto para conseguir un buen sitio frente a los músicos.
Muy local
El barrio de Kazanchis alberga la apuesta azmari en Addis Abeba, pero la tradición procede del país amhara, de Gondar y Bahar Dar en particular. El Fendika, en la calle Zaouditou, es el lugar al que hay que ir si se quiere vivir una noche de cabaret etíope en Addis Abeba. Los azmari, que improvisan cantando chistes sobre miembros del público o famosos, son una especie de artistas del slam tradicional que se acompañan de un instrumento y otros músicos. Cuando el músico se acerca y pronuncia sus personales poemas, es preferible, naturalmente, suspender un rato la conversación para escuchar lo que canta.
Los azmaríes están en lo más bajo de la escala social y viven de las propinas, o shilemat, repartidas a capricho de los clientes. Algunos artistas llegan a ganar grandes recompensas, y los reyes de antaño convirtieron a algunos de ellos en terratenientes. Incluso hoy, algunos azmari pueden alcanzar notoriedad y convertirse en artistas respetados, incluso adorados.
Aquí está prohibido filmar o fotografiar, y lo que ocurre en los cabarets se queda en los cabarets, ya que muchos jóvenes de buenas familias quieren permanecer discretos.
Aquí no hay nada de bajos fondos, pero el ambiente se caldea a medida que avanza la noche. Los turistas se van al cabo de una o dos horas, un poco cansados, aunque es entonces cuando empieza el espectáculo (pero el problema entonces es entrar y encontrar asiento). Todos se levantan, beben, ríen, cantan, charlan, los bailarines entran en el ruedo, entre las sillas apretadas del público cada vez más numeroso, los cantantes lo dan todo y también entran en una especie de trance musical, ping-pong con el público que se sabe las canciones. Impresionante y único en el mundo. Como Farandji, un "noctámbulo" que va a los cabarets, estás bien integrado en la escena, charlando con muchos anglófonos eruditos y observando con fascinación este gran momento de catarsis colectiva.