Tony Gatlif © Denis Makarenko - shutterstock.com.jpg

El primer cine y el periodo comunista

En 1896, los locales del periódico francófono L'Indépendance roumaine acogieron las primeras proyecciones de los hermanos Lumière. Fue en 1912 cuando Grigore Brezeanu firmó más tarde la primera gran película rumana, Independența Romaniei ("la independencia de Rumania"), una evocación de la guerra de 1877-1878 contra los turcos. Durante los años treinta, el cine rumano experimentó un desarrollo significativo debido a la pasión de ciertos aficionados, al mismo tiempo que la introducción de las subvenciones estatales acompañaron la creación de los primeros estudios del país abiertos en Bucarest y el comienzo del reconocimiento internacional. Así, en el Festival de Cine de Venecia, ya en 1939, la película rumana de Paul Călinescu Țara Moților recibe el premio al mejor documental. Durante el período comunista, el estado controla todo e inyecta mucho dinero en la industria del cine. Se abren enormes estudios al norte de Bucarest, en Buftea. Allí se rodaron películas, documentales y dibujos animados (una gran especialidad rumana) para las necesidades nacionales, para la promoción del régimen. Las películas están estrictamente controladas e incluso censuradas. Sin embargo, se hizo un gran número de películas y, ya en 1957, se creó el Archivo Nacional de Cine. Al mismo tiempo, se abrieron más de 6000 cines en todo el país, que parece haber sido invadido por el gusanillo del cine. A partir de 1960, los rumanos acuden en masa a los cines. El cine es barato y las películas y documentales son más interesantes que el único soporífero canal de televisión local. Las producciones de otros países de Europa oriental se importan para complementar la programación rumana. De este modo, bajo Ceaușescu, los niños no sueñan de Walt Disney y el manga, sino de los dibujos animados locales, checos (dibujos animados o películas para niños como Arabela), rusos (Nu, pogodí!) o polacos (Bolek i Lolek). Muchas películas de la era de Ceaușescu se inspiran en obras literarias nacionales y exaltan a los héroes rumanos en forma de frescos históricos.

1960-1990: el punto de inflexión

El primer verdadero éxito internacional fue una producción de Liviu Ciulei, Pădurea spânzuraților, que ganó un premio en Cannes. Posteriormente, otras películas (dibujos animados, documentales) se distinguieron en el mismo festival. Uno de los directores más populares era Sergiu Nicolaescu, con sus películas de acción. Después de 1989, el país carecía de los medios para poner las ideas de sus muchos directores en las bobinas. De 28 largometrajes rodados en 1989, se había pasado a dos en 1998. Durante este período, solo dos películas obtuvieron premios internacionales: las de Dan Pița, Hotel de lux ("hotel de lujo"), en 1992, y Lucian Pintilie, Terminus Paradis. Esta última obra, de la mano un director ya famoso en los años setenta, recibió el Premio Especial del Jurado de Venecia en 1998. Su película O vara de neuitat o "un verano inolvidable" (1993, con Kristin Scott Thomas, Claudiu Bleonț y Olga Tudorache), la historia de una guarnición fronteriza, ya fue aclamada unánimemente en esa época. La obra se inspiró en un cuento corto de Petru Dumitriu, Salate ("la ensalada"). El final de los años noventa trajo la llegada de producciones americanas, que ahogaron masivamente la producción local. Rumanía se convirtió así en un plató de cine. Gracias a sus dos grandes estudios, Castel Films en Snagov y Mediapro en Buftea (situado cerca de Bucarest), Rumanía ha atraído a innumerables rodajes de películas extranjeras desde finales de los años noventa, algunas de ellas muy conocidas. Con un enorme repertorio de trajes y accesorios que datan del régimen comunista, estos estudios también tienen una mano de obra bien entrenada y barata (actores, técnicos). Ahora en Buftea, para no convertirse en un mero lugar de reubicación de grandes producciones europeas y americanas, el estudio espera producir cada vez más películas rumanas, que están en alza.

La nueva ola rumana

Desde los años 2000, ha surgido una nueva generación de jóvenes directores rumanos muy prolíficos y talentosos. Liderada por Cristi Puiu, esta generación se está ganando el apodo de la Nueva ola rumana. En películas a menudo minimalistas, con un fuerte sentido del humor negro, estos directores exploran los tormentos de la sociedad rumana, que ha entrado de lleno en el capitalismo, a través de la singular historia de los ciudadanos comunes. En 2004, Cristi Puiu dirigió La muerte de Dante Lăzărescu. Recibió nominaciones a mejor Director y Guionista en los Premios del Cine Europeo de 2005. En 2007, el director Cristian Mungiu ganó la Palma de Oro por su excelente película 4 meses, 3 semanas y 2 días, allanando el camino para el reconocimiento internacional. La película es una actuación sin equivalente en la historia de la cinematografía rumana. Otras películas de este período son 12:08 al este de Bucarest (2006), de Corneliu Porumboiu; Cómo celebré el fin del mundo (2006), de Cătălin Mitulescu; California Dreamin (2007), de Cristian Nemescu, ganadora de un premio en Cannes en la selección "Un certain regard" (donde se cuenta la historia de una intervención americana en Kosovo) o Martes, después de Navidad (2010), de Radu Munteau, que recibió los premios al mejor actor, actriz y película del Festival de Gijón. Unos años más tarde, en 2013, Madre e hijo, de Calin Peter Netzer, ganó el Oso de Oro a la mejor película en el Festival de Berlín. 2015 y 2016 fueron años muy buenos para el séptimo arte rumano. Radu Muntean dirigió El vecino (2015), una brillante película de suspense que ganó los premio al mejor actor y guion del Festival de Sevilla. Mismo año, otro Radu, esta vez Radu Jude con su Aferim! ganó el Oso de Oro en la Berlinale. Cristi Puiu regresó con fuerza con Sieranevada (2016), una obra sobre el ajuste de cuentas y las historias familiares en Bucarest en 2015, en la selección oficial del Festival de Cannes de ese año. Ese mismo año, el director Bogdan Mirică estrenó Dogs, una especie de wéstern en la remota Rumanía, que ganó el Premio Fipresci en Cannes. Cristian Mungiu dirigió Los exámenes (2016), una conmovedora historia sobre la educación y la sociedad rumana corrupta a través de las vidas de un padre y su hija. La película ganó el Premio del Director en Cannes el mismo año. Ya en 2019, Corneliu Poromboiu y su La Gomera obtuvieron el premio al mejor guion en el Festival de Sevilla.

Una tierra de inspiración para el cine internacional

Fascinado por Rumanía, especialmente como tierra de una rica cultura romaní que en cierto modo es hermana de la que él mismo heredó (la cultura gitana), el director francés Tony Gatlif es conocido por buscar los avatares contrastados del pueblo gitano en distintos países. En sus películas, crea una atmósfera íntima a través de la exuberancia de sus personajes. En Rumanía, Gatlif realizó Gadjo Dilo en 1998 con Romain Duris, y luego Transilvania en 2006 con Asia Argento. Para realizar estas películas, Gatlif recorrió el país para sumergirse en sus tradiciones, su música y su folclore. Sensible a la mezcla de comunidades que existen en el país y en busca del alma del pueblo gitano, optó por seguir a personajes de temperamento fuerte. Algunas de las escenas en Transilvania se rodaron en Sighișoara o en la región de Maramureș. Las películas de Tony Gatlif ofrecen una visión romántica del país y de la cultura romaní en particular. En 2005, la directora Isabelle Mergault viajó a Rumanía para rodar Je vous trouve très beau, protagonizada por Michel Blanc y Medeea Marinescu. Esta conmovedora obra narra el encuentro entre Aymé (Blanc), un rudo granjero francés, y la joven rumana Elena (Marinescu), a través de una agencia matrimonial. Esta sensible película ganó el César a la mejor ópera prima en 2007. En 2018, la directora belga Marta Bergman retomó el tema de los matrimonios concertados en la muy buena Seule à mon mariage. Rodada entre Bélgica y Rumanía, la película cuenta la historia de Pamela, una joven madre que vive en una pequeña cabaña con su abuela y su bebé, soñando con la libertad y la aventura. Sus aventuras la llevan a Bélgica, donde Pamela espera cambiar su destino. En 2020, la película fue nominada en tres categorías en la ceremonia Magritte du cinéma de Bélgica, y se llevó a casa el premio al mejor diseño de vestuario.

En la pequeña pantalla

En lo que respecta a los programas de televisión, Rumanía sigue manteniendo el listón alto y nos ofrece tres obras inéditas, empezando por la serie Las Fierbinți. Esta serie, en las pantallas rumanas desde 2012, sitúa su trama en el pequeño pueblo de Fierbinți y nos muestra la vida de sus habitantes. Principalmente conocido por su mala calidad, el programa atrae sin embargo a dos millones de espectadores por episodio e inspira a Hungría y Eslovaquia a hacer sus propias versiones (A mi kis falunk para Hungría y Horná Dolná para Eslovaquia). En una nota completamente diferente, mencionemos la serie Umbre (2014) producida por HBO Europa. Rodada como una película, Umbre cuenta la historia de un taxista sin blanca que decide hacer negocios con la mafia para llegar a fin de mes. Por desgracia, un trágico suceso pone al conductor patas arriba e intenta por todos los medios salir de este peligroso entorno. Rodada en Bucarest en solo 70 días, la serie reúne nada menos que novecientos extras locales, ya que HBO asume que una obra cuya trama se desarrolla en un determinado país (en este caso, Rumanía) debe ser producida auténticamente en el país. Por último, presentamos el Comrade Detective (2017), la serie americana más rumana vista hasta la fecha. En efecto, dirigida por Brian Gatewood y producida por el gigante Amazon esta vez, esta serie se inspira en los programas de acción americanos de los años ochenta y presenta los episodios como una serie perdida rumana encargada por los comunistas para promover sus ideales durante la Guerra Fría. Por lo tanto, cada episodio de la serie se rueda en Rumanía, con actores locales, y luego se dobla en inglés (los dos personajes principales son doblados por Channing Tatum y Joseph Gordon-Levit).