Sculptures megalithiques du parc archéologique de San Augustin © Ilyshev Dmitry - Shutterstock.com.jpg
Convento de San Pedro Claver à Carthagène © Oscar Espinosa - Shutterstock.Com.jpg
Casa Terracota à Villa de Leyva © OSTILL is Franck Camhi - Shutterstock.ocm.jpg

Esplendor de los orígenes

Los parques arqueológicos de San Agustín y Tierradentro son ambos Patrimonio Mundial de la UNESCO. El primero es el mayor conjunto de monumentos religiosos y esculturas megalíticas de Sudamérica, ¡casi 600 en total! Su organización es asombrosa: vastos túmulos funerarios de hasta 30 m de diámetro están unidos por una red de terrazas, senderos y calzadas de tierra. Estos túmulos contienen tumbas de corredor sostenidas por columnas y que albergan sarcófagos de piedra. Pero lo más sorprendente del yacimiento es su estatuaria. Abstractos o figurativos, míticos o realistas, estos gigantes de piedra fueron tallados en roca volcánica y actúan como protectores.

El parque de Tierradentro alberga la mayor concentración de hipogeos precolombinos. Estas vastas tumbas subterráneas, talladas en roca toba y de hasta 9 m de profundidad, estaban diseñadas como auténticas casas. Un tramo de escaleras daba acceso a una sala de estar y luego a la cámara funeraria. Las más grandes, a veces de hasta 12 m de diámetro, tenían una estructura abovedada sostenida por columnas centrales. Nichos y pilastras adornaban las paredes, que a su vez estaban cubiertas de pinturas geométricas, antropomorfas o zoomorfas en rojo y negro sobre fondo blanco. Imponentes estatuas, esculpidas en roca volcánica, protegían las tumbas y los lugares ceremoniales. Los investigadores pudieron determinar que los habitantes de la época habían construido sus viviendas sobre terrazas artificiales utilizando la técnica de la tierra comprimida. Las viviendas, con sus estructuras de madera, muros de adobe y tejados de paja, estaban dispuestas sobre una planta ovalada.

Este sistema de terrazas se ideó para compensar los desniveles de la topografía, como en el caso de los Tayronas que se asentaron en la Sierra Nevada de Santa Marta. En este caso, las terrazas no eran de tierra, sino de piedra y estaban sostenidas por imponentes muros. Además, estaban unidas por un increíble sistema de terrazas, escalinatas y caminos de piedra. De los cientos de pueblos fundados por los Tayronas, Ciudad Perdida es el que mejor ha resistido el paso del tiempo. Erigida entre los siglos XI y XIV, conserva casi 170 terrazas residenciales y ceremoniales y una red de caminos de piedra que irradian desde el núcleo central de la ciudad construida sobre una cresta... ¡una auténtica obra de ingeniería! Los Muiscas, por su parte, desarrollaron una arquitectura basada en los principios de la astronomía, como demuestra su Estación Astronómica, no lejos de El Fosil. Midiendo la longitud de las sombras proyectadas por los 115 monolitos cilíndricos colocados a 1 m de distancia en 2 líneas paralelas separadas 9 m, los muiscas podían determinar las estaciones y planificar en consecuencia sus labores agrícolas. Por último, Colombia también alberga algunos vestigios del legendario Qhapaq Nan, la vasta red de vías de comunicación y comercio ideada por los incas y que se extendía a lo largo de miles de kilómetros a través de los Andes

La herencia colonial

Aunque cada ciudad tiene su propia identidad, hay algunos rasgos comunes que ayudan a perfilar la arquitectura colonial, cuyo increíble refinamiento ilustra a la perfección el dicho de que en Colombia "todos los españoles se sentían reyes" En cuanto al urbanismo, los colonizadores españoles utilizaron generalmente planos claros y geométricos que dividían las ciudades en barrios y cuadras. El entramado de calles empedradas desembocaba en el centro neurálgico de la ciudad: la Plaza Mayor, una gran plaza flanqueada por edificios emblemáticos como iglesias y palacios de la administración colonial. Algunas de las plazas también estaban bordeadas por soportales que albergaban casas boutique. Los Parques, o grandes espacios verdes, también son muy importantes. Desde el punto de vista arquitectónico, las casas coloniales son reconocibles por su estructura de una sola planta, tejados de tejas rojas que contrastan con paredes de adobe encaladas y salpicadas de balcones, barandillas de hierro y carpintería de madera, todo ello ejecutado con una sublime atención al detalle. Estas casas suelen organizarse en torno a un patio central bordeado de arcadas. Los edificios religiosos, en cambio, se caracterizan por una sobriedad exterior que no deja entrever la riqueza decorativa de su interior, donde frescos coloristas y retablos dorados se mezclan con el mudéjar (delicado y refinado arte hispano-morisco) y el barroco. En las zonas más remotas, las congregaciones misioneras desarrollaron un estilo arquitectónico que mezclaba la tradición católica con los rituales indígenas para fomentar la conversión de las poblaciones locales, como muestran, por ejemplo, los templos de San Miguel de Avirama y San Antonio de Chinas. De planta rectangular, estos templos tienen una estructura de madera y adobe colocada sobre cimientos de piedra y cubierta por un tejado de material vegetal. En la parte delantera, una capilla bordeada por un arco crea una transición entre el interior y el exterior, haciéndose eco de los ritos de los pueblos indígenas. Mompox, con su ingenioso sistema de diques y presas y sus hermosas casas boutique; Villa de Leyva y su Plaza Mayor, una de las plazas centrales más grandes de América; Tunja y los increíbles techos de la Casa del Fundador Suárez Rendón y la Casa de Don Juan de Vargas, con sus decoraciones que combinan escenas mitológicas, plantas tropicales, escudos españoles e imaginería católica; la deslumbrante Popayán, apodada la Ciudad Blanca ; la Candelaria, el casco antiguo de Bogotá, con sus calles inclinadas, su Iglesia-Museo de Santa Clara con su bóveda de cañón cubierta de motivos florales dorados y sus paredes adornadas con cerca de 150 pinturas y esculturas; los pueblos de la provincia de Sugamuxi, entre ellos el pintoresco Mongui y sus edificios pintados de verde y blanco; la Iglesia San Francisco de Cali con su campanario de ladrillo de estilo mudéjar.. son muchos los tesoros por descubrir. Pero si tuviera que elegir sólo uno, sin duda sería la legendaria y sublime Cartagena.

Su Palacio de la Inquisición, con su maravillosa portada barroca de piedra; su Iglesia de Santo Toribio de Mangrovejo, con su artesonado mudéjar de madera; y su Convento de San Pedro Claver, soberbio edificio de 3 plantas dispuesto en torno a un patio arbolado, son sólo algunos de sus tesoros de piedra, ladrillo y cerámica (la madera quedó prohibida tras el incendio de 1552). Pero lo que hace única a la ciudad son sus increíbles sistemas defensivos. Las Murallas rodean el casco antiguo, mientras que una red de fortalezas controla los pasos y canales naturales. El más famoso de todos ellos es el Castillo de San Felipe de Barajas, la mayor fortaleza colonial española Su ingeniero, Antonio de Arévalo, ideó un sistema de túneles que unía los distintos puntos estratégicos de la fortaleza y lo diseñó de forma que el más mínimo ruido reverberara por toda la red... ¡los enemigos no tenían ninguna posibilidad! Otra proeza de la ingeniería fueron Las Bóvedas, bóvedas abovedadas construidas en los muros de 15 metros de espesor para almacenar suministros y municiones. La Quinta de San Pedro Alejandrino, con su trapiche o molino-prensa y su destilería, evoca el esplendor de las grandes haciendas de la época de la caña de azúcar.

Eclecticismo e independencia

Desde la independencia hasta los años treinta, el país optó casi sistemáticamente por estilos neo. El arzobispo de Bogotá hizo revestir la catedral de estuco y pinturas efecto mármol y la dotó de una cúpula de estilo renacentista; Medellín tuvo una catedral neorrománica, y la Virgen del Rosario, la pintura más antigua de Colombia, fue protegida por la Basílica de la Virgen de Chiquinquirá, un inmenso santuario neoclásico de 3 naves y 17 capillas. El Palacio de Gobierno de Manizales es neoclásico, al igual que el Capitolio Nacional, la Casa de Nariño y el Edificio Leviano de Bogotá, cuya fachada está jalonada por innumerables ventanas colocadas de forma rigurosamente simétrica. El Teatro Nacional, diseñado por el arquitecto italiano Pietro Cantini, tiene un interior en forma de herradura con suntuosos palcos que recuerdan a los mejores teatros italianos. El Museo Nacional, por su parte, se encuentra en el asombroso Panóptico, un enorme edificio en forma de cruz griega utilizado originalmente... ¡como prisión! Pero este periodo no fue sólo el de la historización de los estilos, sino también el de los inicios de la modernidad y el de las obras maestras de la ingeniería civil. Bogotá tuvo suprimer tranvía, mientras que Santa Fe de Antioquia vio nacer el Puente de Occidente, uno de los primeros puentes colgantes del continente, que atraviesa el río Cuca a lo largo de 291 metros. En cuanto a la arquitectura, las líneas elegantes y geométricas del Art Déco hicieron su aparición, como atestigua el Palacio Municipal de Medellín, antes de dar paso a las primeras estructuras de hormigón armado, como la iglesia de Manizales y su imponente torre de 106 m de altura. ¡La modernidad está en marcha!

Arquitectura moderna y contemporánea

La arquitectura moderna en Colombia ha estado muy influenciada por arquitectos exiliados que trajeron consigo las tendencias entonces en boga en Europa. Tal fue el caso del arquitecto y urbanista alemán Leopoldo Rother, gran maestro del racionalismo concreto, y planificador de la Universidad Nacional de Bogotá desde 1936. Con estos mentores europeos se formaron las dos grandes figuras de la arquitectura colombiana: Germán Samper y Rogelio Salmona. Muy cercano a Le Corbusier, Germán Samper es famoso por su arquitectura racional y monumental. Entre 1954 y 2009, construyó un gran número de sedes de empresas y equipamientos públicos en Bogotá, al tiempo que trabajó en la planificación de modestos barrios autoconstruidos. El Museo del Oro de Bogotá y el Banco de la República de Barranquilla son algunos de sus proyectos más conocidos. Nominado al Premio Pritzker (el Nobel de la arquitectura) y 4 veces Premio Nacional de Arquitectura, Rogelio Salmona se ha convertido en un icono en Colombia. Rompiendo con los códigos muy austeros del racionalismo, el arquitecto ha concebido un estilo monumental pero orgánico, todo curvas y profundamente respetuoso con la topografía y el espíritu del lugar. El uso del ladrillo hace que su estilo sea reconocible al instante. Algunas de sus obras más sorprendentes son: el complejo de edificios Torres del Parque en Bogotá, donde el rojo del ladrillo se encuentra con el verde de la omnipresente vegetación; la Casa de Huéspedes Ilustres y la Casa García Márquez en Cartagena, con sus suntuosos patios; el MAMBO, Museo de Arte Moderno de Bogotá; y sobre todo la Biblioteca Virgilio Barco en Bogotá, un asombroso búnker-rotonda de hormigón iluminado por una luz cenital. Esta efervescencia creativa continúa hasta nuestros días, especialmente en Medellín. Como parte del Programa de Seguridad y Prevención de la Violencia 2008-2011, la ciudad ha trabajado con la población local para diseñar 9 CAI (centros de policía y administración), asombrosos paralelepípedos de hormigón con bases de colores, que iluminan los barrios periféricos como faros. La Comuna 13 también se ha engalanado con 1.000 colores, con grandes escaleras mecánicas que proporcionan a los residentes un vínculo real con la ciudad. Otras visitas obligadas de la ciudad son la Biblioteca España, un increíble monolito con ángulos y crestas que recuerdan las estructuras rocosas circundantes, y cuyas fachadas sólo están atravesadas por pequeñas ventanas cuadradas que ofrecen una luz tenue propicia para el estudio; y, por supuesto, El MAMM, el Museo de Arte Moderno y su ampliación, un asombroso entramado de volúmenes de hormigón y estructuras cinceladas como moucharabiehs.

En Barranquilla, no se pierda la ondulante fachada del Museo del Carnaval y su increíble explosión de color, o la estructura de acero recubierta de vidrio laminado de colores de La Ventana al Mundo. En Bogotá, las innovaciones arquitectónicas más sorprendentes se encuentran en el Jardín Botánico No se pierda el Orquideorama y la arquitectura orgánica de sus árboles con flores en forma de panal, los invernaderos aéreos del Tropicario y el Herbario, cuya estructura, en gran parte enterrada, se funde con el paisaje gracias a su cubierta verde. Puerto Nariño también se preocupa por el medio ambiente, con sus avenidas peatonales ajardinadas, sus tanques de recogida de aguas pluviales y su sistema de reciclaje, que los indígenas tikuna, cocoma y yagua estarán encantados de mostrarle gracias a sus programas de ecoturismo. Pero nunca nada será tan loco y sostenible como el increíble proyecto Casa Terracota, del arquitecto Octavio Mendoza, en Villa de Leyva. ¿El objetivo? Utilizar sólo recursos naturales. Fabricada íntegramente en arcilla (un material aislante muy resistente), la casa fue construida y esculpida a mano. ¡Su creador la llama "la mayor cerámica del mundo"!

Riqueza vernácula

Guatapé es famosa por sus casas tradicionales, cuyos bajos están decorados con bajorrelieves de vivos colores, llenos de formas geométricas y antropomorfas. Este arte del color también se aprecia en las fachadas del bonito municipio rural de Jardín, o en las casas de la sorprendente Santa Cruz del Islote. En una superficie de menos de una hectárea, 1.200 personas viven en 90 casas de una sola planta, algunas de ellas construidas sobre estructuras artificiales flotantes... ¡lo que la convierte en la isla más densamente poblada del mundo! En el Gran Marais Ciénaga Grande de Santa Marta, las comunidades de pescadores han creado un hábitat sobre pilotes. Para aumentar su espacio vital, algunos habitantes construyen patios a base de acumular conchas de ostras, ramas, barro y escombros para crear una zona protegida de la humedad. En el Cabo de la Vela, podrá alojarse en las tradicionales cabañas de cactus de los pescadores wayúu, mientras que en todo el país, cabañas o chalés de madera con techos inclinados le dan la bienvenida para pasar la noche. El Paisaje Cultural Cafetero de Colombia, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, alberga numerosas construcciones realizadas con la técnica del bahareque, que consiste en utilizar mazorca y caña tejida para crear el armazón de las paredes y una cubierta vegetal con una capa de guadua para un mejor aislamiento. Esta técnica se caracteriza por su resistencia y maleabilidad. Por último, no se pierda el edificio más insólito y espectacular del país: la catedral de la sal de Zipaquirá, excavada a 180 m de profundidad, con sus 14 capillas que representan el Vía Crucis... y simbolizan indirectamente el duro y peligroso trabajo de los mineros de la sal.