Del comunismo a la era postsoviética, un cine poco conocido

Las primeras proyecciones de cine en el país tuvieron lugar entre 1903 y 1913, cuando se celebraron proyecciones privadas en la corte del príncipe Namnansüren en la ciudad de Urga -antigua Ulán Bator-. Tras la Revolución Rusa, el Partido Popular Revolucionario se convirtió en el órgano de gobierno nacional del cine, transformando el séptimo arte en una herramienta de educación de masas. Se creó una red de cines permanentes, junto con proyecciones itinerantes, para cubrir todo el país. El primer cine de Mongolia se inauguró en 1934 en Ulán Bator, mientras que los estudios Mongol Kino se fundaron el 11 de octubre de 1935. A mediados del siglo XX, todas las producciones nacionales procedían de esta institución. Obras utilizadas para difundir la propaganda soviética a través de relatos heroicos y aprovechando los cuentos populares. La primera película mongola -un cortometraje titulado El camino de Najmaa- se estrenó en 1938, contrastando los valores religiosos tradicionales de la sociedad mongola con la modernidad y el progreso socialista. Durante la Segunda Guerra Mundial, Mongolia se convirtió en un punto de encuentro para los cineastas soviéticos que tuvieron que huir de la invasión nazi, y se realizaron numerosas producciones, como Su nombre era Sükhe Bätor (1942), una obra en alabanza de este héroe de la revolución, o El príncipe Tsogt (1945). Esta exitosa obra, filmada por el mongol Dejidiin Jigjid, recuerda aAlexander Nevsky, de Eisenstein, estrenada siete años antes en Rusia.

Después de la guerra, el cine mongol siguió reuniendo multitudes en torno a los héroes obreros y los dramas históricos de carácter nacionalista. Destacan algunos títulos: El despertar (1957), un musical basado de nuevo en el tema de Norjmaa; Elbeg Deel (1960), de Bayandelger Jamsran, un romance rural ambientado en los años sesenta; Altan Örgöö o El palacio de oro (1961), la primera película en color del cine mongol, una fábula fantástica coproducida con Alemania del Este.

En los años 70 y 80, el poder soviético disminuyó y el cine se liberó. Los cinco colores del arco iris (1978), de Nagnaidorj Badamsuren, y Garid Magnai (1983), de Jamyangiin Buntar, marcaron una nueva juventud en el cine mongol. Este impulso se rompió con la caída de la URSS, cuando muchos cines cerraron. Sin embargo, el cine sigue siendo una forma de arte popular, y algunos cineastas consiguen atraer a multitudes con éxitos locales. Recientemente, el documentalista Byambasuren Davaa(La historia del camello que llora, 2003; Los dos caballos de Gengis Kan, 2009) o cineastas como Uranchimeg Nansal(Tesoro de oro, 2016), Byamba Sakhya (Bedridden, 2020) están dando un nuevo impulso al cine mongol, aunque la red de cines no haya conseguido reconstruirse. Como prueba, Ulán Bator sólo tiene un cine, el Urgoo, que data de 1989. Sin embargo, no dejes que eso te impida abrir las puertas y descubrir su impresionante fachada.